La parroquia rural, un patrimonio del que podemos aprender

José C. Sánchez Pardo

GALICIA

11 may 2014 . Actualizado a las 20:44 h.

La parroquia ha jugado un papel fundamental en la organización del espacio y la vida cotidiana del mundo rural gallego durante al menos los últimos nueve siglos. Su gran densidad y arraigo en Galicia dan prueba de su efectividad a la hora de adaptarse, mejor que otras estructuras impuestas desde fuera como los municipios, a las características de nuestro disperso poblamiento. Por esa razón la parroquia, más que un mero territorio de administración religiosa, como sucede en otras zonas, ha constituido en Galicia uno de los focos principales de la vida socioeconómica de las comunidades rurales. La pertenencia a una parroquia conlleva en Galicia una serie de vínculos inmateriales compartidos por los vecinos de varios lugares: un sentimiento de comunidad, lazos de solidaridad mutua y cooperación agraria, fiestas y tradiciones comunes. Lamentablemente, pese a esa importancia y eficacia en la articulación territorial, las parroquias nunca llegaron a tener un reconocimiento administrativo oficial, como sí lo han tenido en Portugal.

La fortísima y creciente despoblación del medio rural en el último medio siglo, acompañada de la falta de sacerdotes y los cambios en hábitos religiosos y sociales de nuestra sociedad están alterando esta plurisecular malla de organización. Las recientes medidas de supresión de cabeceras parroquiales decretadas por la diócesis de Lugo simbolizan algo más que la anecdótica alteración del lugar habitual de misa de unos cuantos vecinos. Se trata también de una medida que afecta a nuestro patrimonio. Y no nos referimos solo a la gran cantidad de iglesias rurales en estado de abandono, un tesoro patrimonial que podría constituir un importante recurso turístico. También la red parroquial, como en general, toda la estructura del mundo rural tradicional gallego, es en sí misma un enorme legado patrimonial, el fruto de una evolución y construcción socioambiental de muchas generaciones. En ella está depositada no solo nuestra historia e identidad, sino también numerosas evidencias de racionalidad popular y de adaptación al medio de las que todavía podemos sacar importantes enseñanzas.

No se trata de ser idealistas ni aferrarnos a visiones utópicas del pasado. Estamos ante un lógico e imparable proceso de cambio, al menos a corto y medio plazo. Lo que, como sociedad, debemos hacer de manera urgente pero serena y racional, es afrontar el fundamental debate sobre el despoblamiento rural. Pero debemos hacerlo conociendo y valorando el pasado, no solo por su incalculable valor patrimonial, que es de todos los gallegos, sino también por el conocimiento que de él podemos obtener para comprender las raíces de nuestra organización rural y planificar adecuada y equilibradamente el desarrollo territorial futuro.

José C. Sánchez Pardo, historiador e investigador en la USC