Una «mantita» para correr el frío

F. Fernández REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

JOSÉ PARDO

La calefacción es un lujo asiático, por eso desmontó la caldera

10 abr 2014 . Actualizado a las 12:31 h.

¿Calefacción? «La quité para no gastar, desmonté la caldera y los radiadores están de adorno». Cuando el frío aprieta «nos tapamos con una mantita» y si se hace insoportable incluso se dan el lujo, a veces, de encender una estufa eléctrica, pero un ratito. Así es la vida de miles de gallegos que llegan a fin de mes sin un euro en el bolsillo y que tragan saliva cuando toca pagar los recibos de la luz, del gas, del agua...

Guillermo Torres Naveiro es aquel que desmontó la caldera de la calefacción para no caer en la tentación de encenderla. Para él, es un lujo asiático que no se puede permitir. ¡Ojalá! Vive con su mujer, Clotilde Cousillas, en un piso del barrio ferrolano de Caranza con vistas a un parque. Ella limpia las escaleras del edificio a cambio de 80 euros al mes. Él está en el paro desde agosto del 2012 y en enero pasado agotó la prestación de 426 euros mensuales. Ahora viven casi al día gracias a la familia. Y también a los ahorros acumulados a largo de muchos años en el tajo. Guillermo tiene 42 y a los 15 empezó a trabajar en un desguace de coches que poseía su padre en el mismo barrio de Caranza. De ahí saltó al mercado laboral en el sector eólico, antaño segundo motor económico de la comarca de Ferrolterra, tras el naval. Cuando los molinos dejaron de girar a tanta velocidad, Guillermo probó suerte en las auxiliares de los astilleros públicos de Navantia en Ferrol. Y la tuvo hasta que todo acabó, hasta que lo despidieron por falta de carga de trabajo. La vida cambió para ellos de forma radical y se vieron obligados a reducir gastos sí o sí. Casi el primero, prescindir de la calefacción.

Aunque la pareja está con el agua al cuello -sobre todo, porque las perspectivas laborales siguen pintando bien negras, pese al discurso optimista del Gobierno-, ha conseguido estar al día con las empresas de servicios. «Vamos pagando las facturas como podemos», reconoce Guillermo. Eso y el préstamo con el que compraron su piso (130 euros al mes) y la comida.

El dinero se agota

Los ahorros se están acabando, pero la voz de este ferrolano no suena a desánimo. Mientras la suerte se sigue haciendo desear, Guillermo colabora con la asociación de vecinos de Caranza y trabaja algunos días sueltos para un amigo que montó una empresa de amarradores portuarios. El futuro es incierto, pero Guillermo no parece ser de los que se amilanan.