Iago recupera la vida que le truncó el accidente del Alvia

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

El joven herido en la curva de Angrois logra retomar las prácticas que la burocracia universitaria le negaba pese a ser víctima del siniestro

27 mar 2014 . Actualizado a las 17:57 h.

La perseverancia es una virtud invencible. Iago Sánchez Fafián, con solo 24 años, la tiene. Solo así pudo superar una indolente burocracia universitaria que va por el carril reglamentario sin reparar en las circunstancias de cada uno. Y las suyas eran tremendas. Una pierna destrozada que aún le tendrán que operar en breve. Quemaduras producidas por el impacto que todavía se está curando y que al principio no le dejaban dormir. Y las secuelas psicológicas del accidente, algo que quizás acompañará para siempre a los 148 heridos y a los familiares de las 79 víctimas mortales de Angrois.

Cuando Iago estaba mejor, después de que le dieran el alta, quiso retomar lo que el accidente había interrumpido. Unas prácticas de un máster en Gestión Cultural que había hecho en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. El trabajo era en el Ayuntamiento de Segovia. Primero lo intentó por teléfono, pero le contestaron que si no estaba matriculado este curso no podían gestionarle las prácticas. Después lo intentó por escrito, pensando que si explicaba su trágica historia removería los muros de la burocracia. Pero tampoco. Le llegó una circular en el que le denegaban las prácticas.

Cambió de estrategia: acudió al defensor del estudiante. También al Defensor del Pueblo, y contó su historia a La Voz. Después, utilizando las redes sociales, hizo lo posible para que la institución universitaria conociera que su frustración se había hecho pública. El subdelegado de estudiantes de la Universidad Rey Juan Carlos conoció en Twitter su problema. Y Richard Taylor se comprometió a echarle una mano.

La solución

Así fue. En poco tiempo parece que el consejo universitario trató el asunto. «Entonces el vicerrector comentó que no tenía ni idea del caso, pese a que yo utilicé todos los cauces para que lo conocieran», asegura Iago Sánchez desde Segovia, donde desde el lunes está en el lugar donde debería estar hace unos seis meses, pues en pocos días se resolvió un problema que en un primer momento le dieron a entender que era insalvable.

Ahora Iago está feliz y ocupado, lo que le ayuda a no pensar en el accidente. «La verdad es que ahora sigo menos las noticias sobre el tema, prefiero desconectar», dice. Ayuda al personal de Cultura del Ayuntamiento de Segovia con la agenda de actos y con las redes sociales. También asiste a las ruedas de prensa sobre los asuntos en los que colabora. «La verdad es que estoy contento. Me sorprendió que me llamaran y que me dijeran que sí, después de estar tantos meses esperando. Así al menos puedo recuperar mi vida normal».

Recuperar la vida normal. Ese es el premio a la perseverancia para Iago, un joven de Betanzos que todavía siente cierto resquemor por la falta de humanidad de la administración universitaria. «Creo que hay aspectos de su funcionamiento que deberían mejorar», comenta, mientras afronta con ilusión sus prácticas, su vuelta al lugar que le correspondía en el mundo.