«Al entrar la Guardia Civil, creí que eran ellos que venían a matarme»

E. Mouzo A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

El empresario secuestrado oyó un fuerte ruido y se temió lo peor

29 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Abel Diéguez Neira le da otro sorbo a su infusión tranquilizante. Cruza la mirada con su mujer, Pili, y sus ojos se humedecen. Se toca la muñeca izquierda, vendada: «Me duele», dijo. Su mujer lo acaricia. «Me duele todo el cuerpo de la paliza que me pegó el señor ese en el maletero. Ya casi no me pude mover en lo que quedó de camino hacia mi primer zulo», dice.

-¿Hubo un primer zulo? ¿No lo llevaron a Xar, en Lalín, directamente?

-¡Qué va! Antes me llevaron a otro lugar. La cuadra de Lalín era un hotel al lado del sitio en el que pasé la primera noche.

-¿No sabe dónde era? ¿Tardaron mucho en hacer el recorrido?

-Tardaríamos una hora. Y no tengo ni idea de adónde me llevaron. Tuve mucho miedo cuando paró el coche. Al abrirse el maletero les dije: «Tranquilos, por favor. Colaboraré, colaboraré». Y me dijeron: «Así me gusta. Xa sabemos que vas colaborar».

-¿Adónde lo llevaron?

-Me sacaron del coche y al tener atadas las manos a los pies me caí y me golpeé la frente. Se rieron de mí. Y me arrojaron a un cobertizo. El piso era de hierba y barro. Tenía mucho frío. Caía aguanieve. Por la noche me dieron unas mantas, pero me las sacaron para taparse ellos cuando tuvieron frío.

-¿No le hablaban?

-Sí. Me interrogaron. Me preguntaron por toda mi familia.

-¿Cuándo se pusieron en contacto con su familia?

-Al día siguiente de secuestrarme [el domingo día 19]. Les dijeron que se habían equivocado. Que ese día dormiría en mi casa. Pero no fue así.

-¿Seguía atemorizado?

-Sí. Sobre todo cuando manipulando una de las pistolas se les escapó un disparo y casi matan a una mujer que había allí. Uno me preguntó cuánto valía mi vida. Le dije que no lo sabía. «Valerá 70.000 euros», me dijo. Y yo le contesté que no los tenía.

-¿Habló con su mujer?

-Primero hablaron ellos y luego me la pasaron. Solo pude hablar un minuto.

-¿Fue después cuando lo llevaron al otro lugar, a Lalín?

-Sí, el domingo por la tarde, escoltados por otro coche.

-¿Y lo encerraron en la cuadra?

-Me hicieron esperar en el maletero hasta que prepararon el sitio. En un principio no iba a ir para esa casa, iba a ir para la del que dicen que fue policía [se refiere a Ramón Mosquera, ex policía local en el País Vasco]. Después ya me llevaron al zulo. Me mandaron sacarme la ropa mojada y me dieron otra. Aproveché y les pedí la fotografía de mi mujer y de mi hijo. También les pregunté que era lo que estaba pasando. Me dijeron: «Trátase de plata. Se non pagan imos ter problemas».

-¿No intentó escapar?

-Traté de convencer a uno de los que me estaban vigilando, pero no accedió.

-¿Y la carta a su familia?

-La escribí el martes, y ese mismo día ya la llevaron a mi casa.

-¿Qué recuerda del momento de la liberación?

-Un fuerte ruido. Pensé que eran ellos, que venían a matarme. El día anterior estaban muy nerviosos. Luego ya vi a los agentes. Me abrazaron a pesar de que estaba lleno de mierda. Agradezco mucho su trabajo, y también el de la Policía Judicial de la Guardia Civil, que estuvieron al lado de mi mujer.

-¿Qué va a hacer usted ahora?

-Lo que más me duele es que se pusiese en duda mi profesionalidad. Cuando trabajaba con mi hermano era un operario en el monte. No llevé la administración ni tenía autorización para sacar dinero. Cuando me fui, mi mujer y yo montamos nuestra empresa, Playa Forestal. Nunca trabajamos con esa gente. Nuestra área de influencia es Cambre, Oleiros, Sada, Culleredo, Vilasantar... Jamás compré en Boimorto. Y sobre cómo trabajo lo dice el certificado de buena ejecución extendido por la Universidade da Coruña cuando le realicé una tala, en la Zapateira.