«Quiero llegar a tocar la gaita como Susana Seivane»

fRANCISCO VARELA FERROL / LA VOZ

GALICIA

ángel manso

Mikiko Watanabe lleva diez meses en Ferrol aprendiendo con el lutier Antón Varela

20 abr 2017 . Actualizado a las 10:48 h.

Se sabe de la gran afición que muchos japoneses tienen por el flamenco y las bulerías, pero ahora también por el folclore de Galicia. Mikiko Watanabe lleva varios meses en Ferrol aprendiendo a tocar la gaita con el lutier Antón Varela. Oyéndola con el puntero puede decirse que es una alumna aventajada.

En realidad, esta maestra de escuela en su país tuvo noticia del instrumento nacional gallego en su casa de Tokio. Estaba viendo la tele y ofrecieron una actuación del gaiteiro vigués Carlos Núñez. «Me impresionó el sonido y pensé: ??Yo también quiero tocar la gaita??». Lo dice en un español bastante inteligible, que también ha aprendido a marchas forzadas.

La oportunidad le llegó cuando ofrecieron a su marido, ingeniero mecánico, una estancia docente en la Escuela Superior de Ingeniería de Esteiro. Se vino con él en abril del 2011. Había acudido previamente varios meses a estudiar español en la delegación del Instituto Cervantes de Tokio. Una vez en Ferrol, continuó en los cursos de extranjeros de la Universidade de Santiago, pero con un esfuerzo ímprobo: iba en tren y volvía diariamente en autobús. Su marido está de regreso en Japón, pero ella permaneció hasta estas Navidades en Ferrol. Regresará luego para continuar porque le gusta la ciudad, muchísimo más pequeña que la bulliciosa Tokio, con cerca de 14 millones de habitantes.

Se inició en la flauta, primer paso de la gaita, en la Escola da Vaca y su profesor le recomendó luego a Antón Varela para dar el paso al puntero. Y en ello está. «Es verdad que en Japón tienen la idea de que España es flamenco, toros, girasoles y clima cálido como el del sur, pero no se conoce el norte», dice. Le encanta la muiñeira A barroca, de Nazario Sánchez, y Os Cempés, dice sin abandonar su eterna sonrisa de japonesa. Os Cempés es el grupo folk al que pertenece su maestro. También es una apasionada de Susana Seivane: «Quiero tocar como ella». «Lleva seis meses y toca ya como si fuesen dos años», interviene su profesor en la conversación. «Por la mañana, clases de español, tarde gaita y noche mis deberes [de idioma]», le sigue Mikiko.

En Ferrol, además de su maestro, ha hecho amigos. Le encanta la gastronomía del país (Antón interviene: «Hace unos días se zampó una ración de tripas»). A pesar de estar sola en una ciudad tan diferente a la suya propia, se muestra muy satisfecha de la decisión que tomó, de permanecer un tiempo en Ferrol para aprender a tocar la gaita. «Me gusta la gente, el paisaje y la tranquilidad de aquí, todo lo contrario que Tokio», consigue hilvanar las palabras en español. Cualquier europeo de habla latina precisa años para adentrarse en la lengua japonesa. Ella se hace entender tras un esfuerzo intelectual hercúleo. Mientras su maestro da un retoque a uno de los punteros que fabrica, ella sigue sus lecciones con flauta y partitura a sus espaldas.

Antón tuvo toda clase de alumnos de edades y nacionalidades, holandeses, franceses, ingleses y alemanes, o españoles de otras comunidades autónomas, pero es la primera vez que da clases a una oriental.