Asunta dijo en julio a una profesora que sus padres la estaban engañando

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

La Guardia Civil investigó si el asalto de un hombre a la casa de Rosario Porto fue un primer intento de matar a la menor. SIGUE AQUÍ TODA LA INFORMACIÓN DEL CASO

22 nov 2013 . Actualizado a las 17:33 h.

Asunta acudía dormida a clase de música. Día sí y día también. Según recoge el sumario, aquello tenía preocupados a sus profesores de música y una de esas maestras le preguntó un día a la niña si le pasaba algo, si se sentía mal. La menor le respondió que sus padres la estaban engañando, que le daban cosas que la dormían. Hasta el punto de que en una ocasión había pasado dos días con sus noches durmiendo. Cuando la profesora, en el mes de julio, se sentó con ella para que le contara, Asunta le confesó que su madre le daba unos polvos blancos, que no sabía lo que eran, pero que le daban mucho sueño. Así de explícito relató esa profesora de música ante la Guardia Civil las palabras que escuchó de boca de Asunta.

Los maestros no se quedaron cruzados de brazos. Llamaron a sus padres para que fueran a recoger a la pequeña, que estaba adormecida. Aquel día acudió a buscarla Alfonso Basterra. Y según lo declarado por esa misma profesora, el padre llegó a la puerta, «le restó importancia, sin hacer ningún comentario», y se la llevó.

En días posteriores fue la madre la que les contó a los docentes que Asunta estaba tomando una medicación contra la alergia que le provocaba una gran somnolencia. Así zanjó el asunto.

Uno de los profesores de ese curso de música al que acudió Asunta entre el 8 y el 14 de julio llegó a declarar a La Voz a los pocos días del crimen que «de ninguna manera podía imaginar que las crisis de la niña eran el ensayo del crimen».

Cuando los investigadores escucharon la declaración de esos profesores en sede policial se pusieron manos a la obra. Había que averiguar si, efectivamente, la cría tenía algún tipo de alergia que necesitaba de una fuerte medicación. Así que se fueron al centro de salud para hablar con la pediatra de la cría. Esta les confirmó sus sospechas. Asunta no había sido tratado en la vida por alergia alguna. Otra cosa es que acudiera a un médico privado, que por el momento la Guardia Civil lo desconoce, pues no se le preguntó por ello a Rosario Porto en la declaración prestada ante el juez el día que fue enviada a prisión. Aquel día, los investigadores todavía no habían tomado declaración a los profesores de música, hecho que se produjo a los pocos días.

Visto lo visto, a partir de ahí a los investigadores ya no les quedó duda alguna de que el asesinato de Asunta Basterra Porto fue planeado y ensayado. Para ellos, la muerte «lenta» de la niña a manos de sus padres comenzó en julio, mes en el que las pruebas toxicológicas de las muestras capilares de Asunta sitúan la administración de fuertes dosis del ansiolítico lorazepam.

Así, el 9 de julio, Asunta llegó al curso «adormecida, como drogada», así que las profesoras avisaron a sus padres y se la llevaron a casa. La menor ya no fue a clase por la tarde, pero sí retomó la actividad al día siguiente y concluyó con aparente normalidad el curso organizado por la Asociación Peregrinos Musicales.

El segundo episodio que consta en la investigación, porque fue puesto en conocimiento de la Guardia Civil por propia iniciativa del profesorado poco después del crimen, tuvo lugar también en julio, el día 22, en una escuela privada de música de en la zona del Restollal. Los hechos fueron prácticamente calcados a los del día 9 en la Escola de Altos Estudos Musicais.

Ese lunes, Asunta no fue a clase y sus padres explicaron a los responsables del centro que la niña estaba enferma. Al día siguiente, Alfonso Basterra llevó a su hija adoptiva a la academia y «aunque la vimos bastante indispuesta, porque incluso se le cerraban los ojos, pudo terminar la clase», recuerda una profesora. También en esta escuela, el profesorado fue advertido por los padres de que la niña estaba bajo los efectos de una fuerte medicación por alergia. Por este motivo, ni en el primer ni en el segundo curso los profesores sospecharon nada raro.