Entra en un banco armado con un cuchillo jamonero para ser atendido

José Francisco Alonso Quelle
José Alonso RIBADEO / LA VOZ

GALICIA

También llevaba un falso explosivo y fue detenido por la Guardia Civil

17 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Llegué al banco y no estaba el director. Y ahora agradezco que no hubiese estado, porque iba muy caliente. No soy agresivo, pero si me suelta otra patochada más igual le doy con el teléfono en la cabeza». Enrique Martín Fanjul, ribadense de 57 años de edad, se mostraba ayer arrepentido a las pocas horas de protagonizar un insólito incidente que le costó ser detenido por la Guardia Civil. Se presentó en la sucursal del Banesto de Ribadeo, en el centro de la villa, con un cuchillo de cortar jamón y una botella de Coca-Cola con una mecha. Simulaba un explosivo, pero en su interior solo había agua. Dejó el cuchillo y la botella sobre el mostrador y exigió ver al director. No fue fruto de la desesperación, sino el último intento para exigir una explicación que le niegan, insiste, por «mangonear» su cuenta bancaria.

De Enrique Martín Fanjul dicen que es una persona tranquila, afable, pacífica, con mucho fondo, que ayer reventó. Su vida no ha sido precisamente un camino de rosas. Está casado y tiene dos nietos, de 12 y 14 años, a su cargo. En el 2001 una entidad financiera le embargó el piso que tenía en propiedad en Gijón, porque tras sufrir varias enfermedades, su baja se dilató y entre pleitos con las mutuas estuvo casi un año sin tener ingresos. Se trasladó a Castropol, municipio asturiano colindante con Ribadeo, donde vivió siete años empleado en varios trabajos. Físicamente muy mermado, le concedieron el 85 % de invalidez y una pensión de 840 euros. Su mujer sufrió un infarto y otras enfermedades graves. Desde febrero residen en Ribadeo.

Entonces, cuando acudió al banco donde tenía domiciliada su nómina para pedir un adelanto para hacer frente a un alquiler le indicaron un piso en la avenida Calvo Sotelo por el que paga una renta de 340 euros mensuales, más las cuotas de luz, gas, calefacción... En ese momento el banco comenzó a manejar su cuenta sin informarle, asegura. «Tenía mi permiso, es cierto, porque firmé papeles... cuando te ponen todos esos papeles delante confías en las personas», dice. Se conformaba porque cada mes disponía de una cantidad para sus gastos, hasta que le indicaron que debía refinanciar su deuda con un crédito de 3.000 euros. Accedió, pero tras consultar en otras entidades decidió domiciliar su nómina en otro banco.

El episodio de ayer lo califica como una rebelión «para que no te pisen más. ¡Claro que me arrepiento! Pero cuando uno llega a esto no es por gusto». En la entidad declinaron comentar lo ocurrido. Los intentos por obtener la versión del Banesto y el Santander resultaron ayer infructuosos.