Feliz cumpleaños, Claudia Kum

Jorge Casanova
JORGE CASANOVA OURENSE / LA VOZ

GALICIA

Santi M. Amil

La primera china que fue adoptada en Galicia celebra sus 18 emancipándose

13 oct 2013 . Actualizado a las 15:25 h.

Claudia está hoy de cumpleaños y no es uno cualquiera. Cumple 18, accede a la mayoría de edad. Y lo hace en unas condiciones que, para muchas jóvenes de su edad, son solo sueños. Claudia Kum tiene un empleo y muchos proyectos que ya ha puesto en marcha. Desde hace tres semanas vive por su cuenta. Voló ya del nido familiar para instalarse en un piso con su novio. Tiene empleo, se prepara para sacarse el carné de conducir y para entrar el próximo curso en el IES de Vilamarín, donde quiere estudiar hostelería. La mayoría de edad de Claudia supone un pequeño triunfo para su familia, desde luego, pero también para la sociedad que ha visto es estos últimos años cómo un amplio número de familias hacía miles de kilómetros para rescatar a pequeños huérfanos de un futuro casi inexistente.

Claudia fue la primera china adoptada en Galicia y también una de las primeras de España. Salió de un orfanato en la provincia de Hunan aproximadamente un año después de que TVE emitiera un reportaje sobre el drama de las huérfanas chinas. A sus padres adoptivos, que ya tenían entonces un hijo de siete años, les impactaron de tal modo aquellas imágenes que no pararon hasta rescatar a una de aquellas niñas: «Fue muy impresionante -recuerda Rosa Soto, su madre-. Ahora hay asociaciones que facilitan las cosas, pero de aquellas lo tuvimos que hacer todo nosotros solos. Hasta tuvimos que vender el coche para poder pagar los trámites». Rosa recuerda de mala gana el suelo de tierra del orfanato, a su hija enferma, la angustia por regresar: «Cuando volvimos estuvo varias horas en el pediatra. Hasta le tuvieron que poner sangre». Nadie lo diría hoy viendo a la grácil mocita moviéndose como una reina tras la barra de la cafetería de sus padres.

«Ella es muy fuerte»

Claudia Kum no cayó en una familia convencional. Se educó como su hermano. Ni estudió chino ni mantuvo mucho contacto con otras familias adoptantes. Hace años que ninguno. Pasó sus apuros en el colegio: «Al principio lo pasé mal -recuerda-, pero con el tiempo me di cuenta de que no era la única con la que se metían, así que dejó de importarme». Y cuando propuso irse a vivir con su novio, no tuvo que sortear la habitual sobreprotección de los padres: «Me siento más unida a ella ahora que no está en casa, porque puedo hacer verdaderamente mi labor de madre. Hasta ahora había sido una obligación. Ella es muy fuerte. La sigo muy de cerca y sé que va a crecer», dice su madre.

-Estás feliz.

-Feliz como nunca.

A Claudia casi no le salen las palabras de tanto como estira la sonrisa. Está en plena luna de miel: «Sí, conozco a mucha gente de mi edad que sigue con sus padres, y en algunos caso no lo entiendo. Es como si no quisieran dejarlos crecer», dice la joven, que, evidentemente, tiene mucho del carácter de su madre. «Los hijos no son de nuestra propiedad», recuerda Rosa: «Nacen y son libres y el amor se demuestra ayudándoles en lo que necesiten».

El país de origen

Claudia entra y sale de la entrevista para reforzar el trabajo en la barra de la cafetería: «Le pasarán cosas -dice su madre-, pero es bueno que le pasen, porque aprenderá de ellas. Así que no, no creo que vuelva a casa. Probablemente será una emancipación definitiva».

Cuando Claudia regresa, le pregunto si le gustaría volver a China alguna vez: «Ahora mismo no, pero tal vez cuando tenga mi vida un poco más organizada. Dentro de un par de años tal vez». Y se ríe otra vez. La vida es bella.