La Xunta trabaja para cerrar en meses dos fusiones de concellos

m. cheda SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Planea una grande en la provincia de A Coruña y otra menor en Ourense

09 sep 2013 . Actualizado a las 21:31 h.

«A vía das fusións dos concellos está aberta e non ten volta atrás». Lo proclamó Feijoo a mediados del verano pasado, cuando todavía se encontraba en trámites el ya consumado matrimonio Oza-Cesuras, y su segundo en el Gobierno autónomo, Alfonso Rueda, parece dispuesto a evitar que el paso del tiempo deje en evidencia a su jefe por aquella sentencia. El vicepresidente de la Xunta trabaja activamente en la forja, «en cuestión de meses», de otras dos uniones de ayuntamientos, ambas de carácter voluntario. Si finalmente fructifican, la comunidad volverá a quedar compuesta por 312 términos municipales, los mismos que la integraban a finales de 1987, antes de las creaciones de Cariño (1988), Burela (1994) y A Illa de Arousa (1996).

No es Rueda un hombre de prodigarse en alharacas ni en euforias, más bien discreto. Y en este asunto, más incluso. Teme que el mero anuncio precipitado de un futurible termine frustrándolo antes de tiempo. De hecho, cosas así ya han ocurrido. De ahí que resulte prácticamente imposible arrancarle más que la confesión de que sí, efectivamente, la Administración autonómica, en colaboración con un par de provinciales y cuatro locales, elabora dos proyectos «firmes» para sendas fusiones que rescaten del armario de la anécdota a la ejecutada en junio pasado: la de Oza dos Ríos y Cesuras, la primera en Galicia desde enero de 1968.

Al igual que esta última, una de las dos que el Ejecutivo de Feijoo entiende «maduras» tendría lugar, de llevarse a cabo, en la provincia de A Coruña. Y la otra, en la de Ourense. Esta segunda se trata de un proyecto modesto, al estilo del ensayado en Oza-Cesuras (5.401 habitantes entre ambos). Sin embargo, no dejaría de encerrar su importancia, dado que se efectuaría en el feudo de José Manuel Baltar, en principio, de los barones del PP el más reacio a eliminar ayuntamientos a base de ir emparejándolos.

En cambio, la otra, la coruñesa, sería entre términos «potentes». Rueda -eso sí- elude aclarar si con ese calificativo se refiere a una mezcla de concellos medianos o, como él siempre ha perseguido sin confesarlo públicamente, a la de una urbe con un lugar vecino, por ejemplo, la capital herculina y Arteixo. Este movimiento, el de juntar ciudades con municipios satélite, encajaría a la perfección con el texto de una de las tres ponencias aprobadas por los populares gallegos en su decimoquinto congreso, celebrado en Lugo el 19 y 20 de enero. Allí, negro sobre blanco, los conservadores apostaron abiertamente por ese modelo de fusión.

La cosa urge. Porque, en este partido, el reloj de las elecciones municipales no juega ya tan a favor como lo hacía en marzo del 2012, cuando Feijoo, anunciando la de Oza-Cesuras, aprovechó el último debate sobre el estado de la autonomía de la anterior legislatura para sacarse de la chistera un conejo que llevaba casi medio siglo sin brincar por las praderas gallegas: el de las fusiones. Cuanto más se aproxima esa cita con las urnas, prevista para la primera parte del 2015, menores son las posibilidades de que fructifiquen las negociaciones de fusión en curso, que hay «varias», si bien en un estado de desarrollo muy inferior al de los dos planes antes citados. El Gobierno, con todo, no cierra la puerta a llegar a esos comicios con menos de 312 circunscripciones, pues entiende que una comunidad donde en la actualidad dos de cada tres concellos (202 de 314) no alcanzan los 5.000 vecinos resulta poco menos que inviable de gestionar, máxime en plena crisis.