La millonaria que nunca olvidó su origen humilde

María Vidal Míguez
maría vidal A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Madre de dos hijos, dedicó parte de su fortuna a luchar por los discapacitados

16 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Rosalía Mera Goyenechea nació en A Coruña en el seno de una familia obrera del barrio del Matadero. Su padre era muy sociable, siempre estaba al servicio de la comunidad «para todo lo que le llamaran», contaba ella. Su madre era más ambiciosa y soñaba con abrir su propia carnicería en el barrio, «la máxima aspiración que por aquel entonces tenía la gente de nuestro barrio». Cuando finalmente montaron el negocio, la madre se encontró con que no sabía leer la báscula y su marido le hizo un gráfico con los precios que ella memorizó enseguida.

En aquellos años de su infancia hubo nubes y claros. De pequeña vivió una temporada en casa de su tía, que tenía más recursos económicos que sus padres, pero «luego se enfadaron» y regresó a la vivienda familiar, un piso de 70 metros cuadrados en el que llegaron a vivir 12 personas. Allí se encontró un mundo totalmente diferente al que había conocido antes y del que guardaba buenos recuerdos. En la calle amplió sus horizontes, su experiencia. Desde muy pequeña ya apuntaba esa rebeldía que con el tiempo se iría afianzando. A los 11 años dejó el colegio porque consideraba que ya sabía todo lo necesario para ayudar a la economía doméstica: «De algún modo me sentía adulta, a mi madre le pareció bien, y se me daba bien todo lo que tenía que ver con la costura».

La Maja

Con 15 años comenzó a trabajar en La Maja. Aquella adolescente, que estaba a punto de conocer al que sería su futuro marido, destacaba por su timidez, pero también por su espíritu reivindicativo. «No me callaba como no me pareciera justo algo, yo por ahí sí que no pasaba», recordaba. Por aquel entonces, el benjamín de los Ortega progresaba en el negocio, había ascendido de recadero a dependiente. Y detrás del mostrador de esta casa de modas, además de despachar, Rosalía Mera se enamoró.

Años después Amancio decidiría poner en marcha su propio negocio, y Rosalía Mera junto a sus hermanos y su cuñada se embarcarían en el proyecto. «Fue un encuentro muy fructífero, no me arrepiento de ninguna de las decisiones que tomé», apuntaba la empresaria al recordar esa etapa de su vida. Empezaron cosiendo batas en el domicilio de su cuñada en la calle Noya. El negocio prosperó y, diez años después, en 1975, abrirían la primera tienda de Zara en Juan Flórez. El germen de su imperio textil, aunque ellos no lo sospechaban. Ni Rosalía Mera ni Amancio Ortega tuvieron nunca la sensación de éxito en un primer momento, solo «eran ganas de hacerlo bien, de ser el mejor, y esto es bueno. Esta última etapa nos ha cambiado y quizás te vas olvidando de dónde procedes, pero en ese primer momento estaba muy claro que todos los beneficios eran para invertir en la empresa».

Su empresa vivía una expansión económica y la familia crecía. Nació su primera hija, Sandra. Pero a mitad de los 80, la vida de Rosalía Mera dio un vuelco total y absoluto con otro nacimiento. Llegó al mundo su segundo hijo, Marcos, con una discapacidad. Su lucha dio resultado y, gracias al esfuerzo y empeño que puso su madre, a día de hoy Marcos camina de forma autónoma.

Su gran proyecto

La vida todavía le tenía preparada otra vuelta de tuerca. En 1986 se divorció de Ortega después de 20 años de convivencia. Fue entonces cuando se hizo efectiva su salida del día a día de Inditex. Apenas tenía 40 años cuando se centró en lo que consideró el gran proyecto de su vida: la Fundación Paideia, un guiño al niño de sus ojos, su eje vital desde entonces y también el brazo activo de sus inversiones en todo lo relacionado con el ámbito de la discapacidad.

Como públicamente confesó a través de los medios, con los que tenía un trato muy directo y a los que recurría ella personalmente si tenía algo que puntualizar, Paideia supuso un antes y un después en su vida. La impotencia y la decepción al no poder encontrar respuestas ni soluciones a su problema la llevaron a la puesta en marcha de esta institución.

Rosalía se definía sí misma como una persona muy trabajadora. En ese aspecto se identifica con su abuela Juana. Y comprometida con la sociedad. En los últimos años se mostró muy crítica con la realidad social y política, criticando los recortes en educación y sanidad, y llegando a apoyar el movimiento del 15-M. «Nos hemos acostumbrado a no decir lo que pensamos porque es arriesgado, la edad tiene una ventaja y en este caso mi situación económica de privilegio», dijo esta millonaria indignada.

Le gustaba andar en playeros y recorrer caminando la ciudad «en la que nací y en la que creo que me voy a morir», decía. Era una asidua de la cafetería Noray, de la taberna Os Belés, y de los carnavales de la calle de la Torre. Gran defensora de los derechos de la mujer, disfrutaba de una buena conversación, se alejaba de lo convencional y le gustaba vestir a la última. Por cierto, compraba en Zara.

«Nos hemos acostumbrado a no decir lo que pensamos porque es arriesgado»