«Búscame al de la camiseta azul»

Ignacio Carballo González
I. Carballo SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

ANTONIO VÁZQUEZ (LA VOZDE CÁDIZ DIGITAL)

Fátima Reyes se salvó al ir al lavabo antes del descarrilamiento. Sus padres fallecieron. La Voz la puso en contacto con su rescatador

05 ago 2013 . Actualizado a las 18:07 h.

«Vamos encajándolo poco a poco, con la ayuda de la familia y amigos», cuenta su hermano

Una fotografía es la única memoria que Fátima Reyes, de 26 años, tiene de la catástrofe. En Angrois murieron sus padres y ella se salvó por puro azar. A las 20.41.06 del 24 de julio, el impacto brutal abrió un paréntesis en su mente que se prolongó durante varios minutos. Entre el último recuerdo del viaje, plácido hasta que el vagón del Alvia 730 saltó por los aires, y el primero en la ambulancia camino del Clínico, los brazos de un vecino de Angrois, Paco, o da Artilleira, la amarraron a la vida. Pero ella no lo supo hasta días después, ya en su casa de San Fernando (Cádiz), cuando en la edición digital de La Voz pudo ver el clic de Mónica Ferreirós. Y ya no paró hasta que, en la tarde del pasado viernes, pudo darle las gracias a Paco.

«Fátima díxome que estaba ben e deume as grazas por rescatala do vagón», dice lacónicamente Paco, resumiendo el breve encuentro telefónico con la chica. Él resta méritos a su actuación, ejemplar como la de todos los vecinos de Angrois, y no quiere hablar de ello. «Non son cousas para falar, xa bastante ten esa xente co que pasou, é mellor deixalo así», sentencia. Tajante. No quiere reforzar con las palabras el recuerdo de lo vivido. Sabe que, por mucho que se empeñe, no va a olvidarlo: «¿Esquecer? Nunca, pero é mellor deixalo así».

A mil kilómetros de distancia, Fátima llenó con la instantánea el vacío de la tragedia en la que perdió a sus padres, Antonio Reyes y Rosa Quijano, profesor y empleada de un banco en San Fernando, la localidad gaditana que está conmocionada por la muerte de cinco vecinos, todos ellos muy conocidos. Con Fátima en brazos, Paco se aparta del vagón que saltó al campo de la fiesta de Angrois abriéndose camino entre los cadáveres cubiertos con mantas. Delante de él, a la derecha, ve a Ramón Rivas y a su hijo Abel atendiendo a un herido y, a su izquierda, otra vecina, Pilar, intenta que Josefa Álvarez -la segunda superviviente del grupo de siete andaluces- abra los ojos. Finalmente, Paco deposita a Fátima sobre una manta que extiende otra vecina y vuelve a buscar más heridos. Fátima, con síndrome de Down, tenía magulladuras y heridas leves, pero su mente estaba en blanco. Así durante unos minutos, hasta que la recogió la ambulancia.

Conmovida al ver esta foto, publicada el 30 de julio en la edición de Santiago de La Voz acompañando la modesta respuesta de los vecinos de Angrois -«saiunos da alma»- a la decisión del Concello de Santiago de otorgarles la medalla de oro de la ciudad, Fátima Reyes le dijo a su hermano Antonio que, por favor, localizara a ese chico de la camiseta azul celeste. No fue difícil después de que una periodista de La Voz de Cádiz digital contactara con esta Redacción en la tarde del pasado viernes. Pocos minutos después, Paco recibió la llamada de Fátima.

«Gracias por todo»

«Mi hermana le dio las gracias a Paco, le dijo que se estaba recuperando bien, y poco más», explica Antonio Reyes, quien también expresó su agradecimiento al vecino de Angrois en nombre de su familia: «Gracias por todo y aquí estamos para lo que quieras». Casi nueve días después de la tragedia, a Antonio Reyes todavía le cuesta creer lo sucedido. «Vamos encajándolo poco a poco, de la mejor manera posible, con la ayuda de la familia y los amigos», afirma.

San Fernando se ha volcado con ellos y con las familias de los otros tres isleños que murieron en Angrois, el matrimonio formado por Francisco García y Esperanza Márquez, e Ignacio Bustamante, el marido de Josefa. Esta última se recupera lentamente de sus graves heridas en el Hospital Clínico y en cuanto su estado lo permita será trasladada a San Fernando. Todos ellos viajaban a Santiago para encontrarse en las fiestas del Apóstol con un grupo de amigos andaluces que habían realizado el Camino de Santiago. Iban todos juntos en el mismo vagón, pero Josefa y Fátima no estaban en sus asientos cuando el tren descarriló, porque la chica fue al lavabo y Pepa la acompañó. Eso fue lo que las salvó.

En silla de ruedas y con las piernas vendadas, Fátima Reyes acudió el pasado jueves al funeral que organizó el Ayuntamiento de San Fernando. Agradeció las palabras de ánimo y consuelo de las autoridades políticas y religiosas, pero, de vuelta a casa, insistía en hablar con el chico de la camiseta azul. Veinticuatro horas después, la joven pudo cumplir su deseo.