«Para isto serven as fotos»

Jorge Casanova
Jorge Casanova SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

La imagen de primera de La Voz facilita el reencuentro entre una víctima y su salvadora

04 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El pasado viernes por la mañana, dos mujeres, Josefa y Pilar, se encontraron por segunda vez en menos de diez días. Nunca antes se habían visto. Cuando lo hicieron por primera vez, Josefa estaba tendida en el suelo de Angrois con múltiples cortes y fracturas. Alguien la había sacado del vagón que voló desde la vía hasta el campo de la fiesta y Pilar se la encontró así, semiinconsciente y ensangrentada. Primero le colocó un bolso bajo la cabeza, a modo de almohada e intentó sin éxito que le respondiera. Con una palangana y una toalla le limpió la sangre de la nariz y la boca y volvió a requerir su respuesta. -«Eu dicíalle, ¡ábrame os olliños, ábrame os olliños!»- Josefa abrió los ojos, quiso hablar y no pudo. Poco después llegó la primera ayuda sanitaria, una profesional que le tomó las constantes vitales y le puso una bolsa de suero. Pilar pidió a su hija, que se había desplazado también a ayudar, que sostuviera el gotero y ella se fue a atender a otro herido a escasos metros. En ese instante pasaron por allí Xoán Soler y Mónica Ferreirós, los dos fotógrafos que La Voz tenía destacados en el lugar de la tragedia, y Mónica hizo aquel disparo.

Aquella foto fue la elegida para ilustrar una de las primeras páginas más tristes que La Voz de Galicia haya publicado nunca en su centenaria historia: «Foi todo moi rápido, frenético -evoca Mónica-. Nós non traballamos con ráfagas, así que parabámonos, facíamos dous o tres fotos e seguíamos». De aquella imagen, Mónica recuerda el movimiento de todos, incluso de los que estaban postrados.

El contacto

Josefa formaba parte de una excursión de siete personas que venían de San Fernando, Cádiz. Tres matrimonios y la hija de uno de ellos, con síndrome de Down. «Iban todos en el mismo vagón, pero mi hermana había ido a acompañar a la niña al servicio de otro vagón», explica desde Cádiz Francisco Álvarez: «Eso las salvó». El hombre se llevó un ejemplar de La Voz y reconoció a su hermana en la foto de primera. Así se puso en contacto con el periódico porque Josefa, tras salir de la uci, manifestó su interés en poder agradecer personalmente aquella primera ayuda cuando el mundo parecía haber desaparecido.

En Angrois, con la foto en la mano, no resultó difícil encontrar a Pilar. La dueña del único bar del pueblo la localizó al instante. José, su marido, nos acompañó hasta la casa y allí Pilar se enfrentó otra vez a la foto: «A nena que sostén o goteiro é a miña filla, e eu estou na esquerda, atendendo a este home, que se chama Valentín».

Valentín ya está en su casa de A Coruña, con sus hijos. Lo sabemos porque Pilar nos lo contó. Fue hasta el hospital el día que recibió el alta. Habían hablado mucho aquel atardecer, hasta que la ambulancia se lo llevó: «Dicíalle que non se preocupara, que había moitos peor que el», recuerda Pilar, que no tarda en dejarse llevar por la congoja: «Quixeramos ter salvado máis vidas, porque eu entendo moi ben o que é perder aos seres queridos».

Hace seis meses, a Pilar se le murieron su padre y su marido en un plazo de doce horas. Ambos por enfermedad. Su madre, anciana, se recupera de un ictus. «E logo isto». Así que enterarse de que Josefa está ingresada, aún grave, pero viva y recuperándose, supone una alegría para ella: «Tiñamos moitas ganas de saber dela, porque estaba moi maliña. Alégrome moito de saber que está mellorando».

De vuelta a su bar, José expone una reflexión sencilla frente a todo el ruido mediático sobre la ética de nuestro ombligo: «Para isto serven as fotos».

El encuentro

En el Clínico, entreveo a Josefa, metida en cama, que tiene los ojos abiertos y se cruza con mi mirada. Pronto, su hija sale de la habitación para que le dé el número de Pilar y el encuentro sea posible. Nos agradece el gesto, pero pide que no asistamos. Al día siguiente, Pilar y Josefa se estrecharon las manos en esa habitación del Clínico y se devolvieron mutuamente un poco de vida, algo de paz para sobrellevar la tragedia que las envuelve: «Non me lembraba moi ben. Acordábase máis da miña filla», dice Pilar: «No se preocupe que también vendrá a verla, díxenlle. E si que irá». La hija de Pilar todavía está muy afectada, pero probablemente también le servirá de ayuda verse con Josefa, por cuya vida temió muchas veces: «Dicíame estes días, ??mamá ¿que sería daquela señora???. Estaba moi maliña. Tiña espasmos nas pernas».

A Josefa aún le queda al menos otra intervención quirúrgica y probablemente semanas de hospitalización. Y es verdad que ha estado muy malita. Pero está mejorando y es posible que el viernes tuviera una de las mejores jornadas de los últimos días. Para Pilar sí lo fue. Tras la visita al hospital, donde también acompañó a su madre a hacerse unos análisis, sonreía. Su encuentro con Josefa y el anterior que pudo mantener con Valentín le han dado ánimos: «Miña filla cre que é seu pai, que a axuda dende o ceo», dice, porque la joven estaba sentada junto al palco pocos minutos antes del accidente. Y se fue porque empezó a llover. Uno de los milagros de aquella noche.

«Alégrome de que a foto servira para o reencontro -dice Mónica, la autora de la imagen-. Cando a fixen non captaba os detalles, que logo me impresionaron cando a vin publicada, pero xa sabía que era unha foto en positivo, que daba conta da magnitude da traxedia, do intenso movemento que se estaba a producir pouco despois do accidente, pero que tamén era unha foto de vida, de superviventes».

Valentín, a la izquierda de la imagen, está ya en su casa, aunque le restan largos días de baja hasta que le suelden los huesos fracturados. Josefa se recupera en el Clínico. De la víctima del centro, poco se pudo averiguar en la elaboración de este reportaje. Hay testimonios gráficos de la escena sin su presencia, de lo que se puede deducir que fue sacada del vagón mientras madre e hija atendían a los otros dos heridos. «Do que estou segura é de que estaba vivo no momento da foto», dice Mónica. Pilar tampoco recuerda haberlo atendido. Deseamos que se esté recuperando. La imagen, que ya forma parte de la historia negra de Galicia, sigue desprendiendo información. Afortunadamente, ahora ya en clave de paz.