La denominada depresión interna (menos salarios y más paro, más impuestos y menos servicios públicos) ya ha conseguido que en Galicia las familias que declaran llegar a final de mes sin dificultades sean menos que las que sí las tienen. Mientras aquellas aún pueden ahorrar algo, las segundas cada vez se permiten menos gastos extras en alimentación, ropa, calzado o vacaciones. Una segmentación y desigualdad social rampante.
Todos los indicadores de confianza y de sentimiento de los consumidores que estima el Instituto Galego de Estatística son negativos, pero lo son especialmente los relativos a las perspectivas de desempleo y al pasado reciente y el futuro de la economía regional. La situación financiera personal teniendo una valoración negativa, no está en niveles tan bajos probablemente porque, de nuevo, la cosa es muy distinta dependiendo en qué mitad de las familias lo midamos.
En conjunto tenemos miedo y pesimismo colectivos. Con la sensación de que el barco sigue a la deriva, mientras los viejos capitanes se reparten el botín de la bodega y mientras se sigue bailando en primera clase. Los más listillos ya hace días que escaparon con los botes salvavidas. ¿Hasta cuándo mantendrán la calma el resto de los pasajeros?