Los gallegos de Suiza: «Polo menos aquí os cartos son reais»

La Voz en Suiza / S. Garrido

GALICIA

Varios gallegos relatan su experiencia en su llegada a Suiza. Todos tienen trabajo

17 jun 2013 . Actualizado a las 11:26 h.

«Tiven que pedir cartos para vir para aquí, arranquei e agora xa os devolvín». Quien así se expresa es Siro Lema Serrano, un electricista de Carballo, de 30 años, que cuenta su historia en un apartamento de Ginebra en el que vive solo. Nada que ver con sus inicios hace poco más de un año, cuando llegó, cansado de estar parado dos años «e patear moitos polígonos de Galicia» y muy asustado ante el riesgo de tener que vivir de sus padres. Un amigo le habló de la posibilidad de trabajar en Ginebra en el mantenimiento de las vías de tren. «Vin moito á aventura, pero é que alá non arranxaba nada. Estiven moitos meses en Suíza sen contrato, cobrando en negro. Non foi nada fácil, custoume moito adaptarme».

Perseverancia

Pero la perseverancia (memorizaba las nombres de las herramientas en francés, un idioma que aún no habla, aunque está aprendiendo...) fueron dando su fruto y hoy ya gana para ir tirando. «Hoxe respiro, podo mercar uns pantalóns e non quero en pensar en construír unha casa desas que hai que facer cando se vai de volta». El sueldo no le da para muchos lujos y más del 75 % se va en gastos necesarios (impuestos, garaje, seguro, comer, la vivienda). «Pero polo menos aquí os cartos son reais porque en España son ficticios e ademais os suízos valórante moito, se traballas ben, ademais de pagarche danche as grazas», dice. Lema asegura que si nada cambia, se quedará aquí. Algo que no podrá hacer su compañero de piso en los últimos dos meses, Alberto. A sus 33 años [no quiso dar más datos] relata la dureza de su experiencia como emigrante: «Farteime de mirar por empresas de traballo temporal, empresas galegas, fun a Xenebra e a outras cidades, e non conseguín nada». Soldador de profesión, le valía cualquier trabajo. Sin embargo, el desconocimiento del idioma y las escasas ofertas lo han llevado de nuevo de regreso a su tierra.

Ese camino de vuelta -de revuelta- es el que ha seguido Manuel Cornide Vázquez, de 47 años, toda su vida. A los 13 emigró desde Berdillo, Carballo, a Berna, donde estuvo hasta los 30. A esta edad se volvió a Galicia, pero la falta de trabajo lo llevó a él y a su mujer, Margarita, a Fuerteventura, donde estuvo hasta los 37 años. La crisis que azotó a la isla afortunada provocó que de nuevo tuviera que volverse a la capital suiza hace un año. Hoy trabaja en la construcción, aunque estos días está de baja, y ya no quiere regresar. «Quérolle máis a Suíza que a Galicia», afirma. En septiembre se reunirá con él su mujer, que sigue en Fuerteventura. Tiene dos hijos estudiando, uno en Madrid, y otra, en Las Palmas. «Eu pillei todas as crises, pero vin contentísimo de volta, excepto por ter a familia lonxe».

También esperan traer a su familia, mujer y tres hijos, Manuel Caamaño Martínez, de Cuns, Coristanco. Él llegó a Berna hace unos tres meses y también su hermano Javier. Los dos ya habían trabajado en el país helvético casi veinte años, cuentan apoyados en la barra del bar del Centro Gallego de Berna. Manuel y Javier están contentos, porque «la situación en Galicia es terrible» y «aquí -dicen - al menos hay futuro». Curiosamente en el idioma suizo, que es el que habla la mayoría en la zona alemana, los verbos no se conjugan en tiempo futuro. Mirando al horizonte se encuentran Santiago Castro, de Castrelo (Cambados); Carlos López González, de A Peroxa, y Delia López, de A Laracha. El primero llegó el 8 de abril, aunque él ya había estado durante 14 años, siempre como temporero. En la actualidad, trabaja en el mantenimiento de vías públicas de Berna, pero no le resultó fácil encontrar empleo. A las limitaciones de los permisos, hay que añadir que «a policía vixía moito que todo o mundo estea en regra». Unas circunstancias que le han impedido traerse con él a sus dos hijos y a un vecino. Su gran suerte es que domina el alemán porque es hijo de emigrantes en ese país.

«Aquí vívese»

En Ginebra, el municipio de Cerceda cuenta con un centro que funciona casi como una embajada de información para muchos gallegos. Allí Carlos López, carpintero de 37 años, llegó hace un año «sen nada, sen falar, con 3.000 euros no peto, sen coñecer a ninguén e pasando moitos días deixando currículos», explica, ya relajado, mientras juega la partida de tute: «Aquí vívese, pódese ir tirando». A unos metros de él, Delia López, de 42 años, atiende a los clientes en la barra. Llegó a Ginebra hace un año, gracias al contacto de una amiga: «Era autónoma, a cousa púxose mal e tiven que marchar». Su jefe alaba lo bien que trabaja, mientras ella sirve los pinchos a los clientes habituales.