La mujer que tramó la muerte de su amante dice que él abusó de su hija

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

GUSTAVO RIVAS

Dos días antes de los hechos descubrió que la víctima se veía con ambas

21 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Jonier Alejandro Arenas era un joven de 25 años, de origen colombiano, muy bien parecido y exageradamente mujeriego. Rondaba a seis mujeres a la vez cuando en la medianoche del 10 de enero del 2011 encontró la muerte en la plaza de la Cubela, en A Coruña. Dos individuos le salieron al paso y uno de ellos le dio dos cuchilladas en el pecho. El chico dio unos pasos y cayó muerto. Pese a que nadie vio nada, la policía pronto lo vio todo. Jonier no andaba metido en nada turbio, pero se le conocían infinidad de novias, lo que llevó a los investigadores a pensar en un crimen pasional. Solo hizo falta rastrear las llamadas de su teléfono móvil. Aparecieron amantes por todas partes. Pero en poco tiempo se sospechó de dos, de una madre y de su hija, con las que la víctima mantenía encuentros sin que una supiera de la otra.

Cuando la policía las detuvo 15 días después del crimen, la madre asumió su culpa. Declaró que el fallecido era su amante y que al enterarse de que también se veía con su hija, de 15 años, convenció al novio de esta última y a su exmarido para que le dieran un escarmiento. Pero se les fue la mano y acabaron con él. Ayer, en la primera sesión del juicio que se sigue en la Audiencia Provincial de A Coruña contra ella, contra los autores materiales y contra una supuesta encubridora -la hija de la presunta inductora será procesada en el Juzgado de Menores-, esta mujer, también de origen colombiano, pero nacionalidad española y miembro de la Marina de Guerra, se desdijo. Juró no tener nada que ver en la muerte de Jonier. Y aunque dos días antes del crimen se enteró de que aquel había abusado de su hija cuando esta no había cumplido ni los 13, «no quería verlo muerto», sino denunciarlo ante la policía. Y si cuando fue arrestada se autoinculpó fue «por evitar que mi hija acabase en la cárcel».

Carolina, que así se llama, explicó que conoció a Jonier en el 2009 y que pronto se lo llevó a vivir con ella, con su hija y con un pequeño fruto de un matrimonio roto cuatro años antes. Pero al ser tan mujeriego, la relación se envenenó y lo obligó a partir. Sospechaba que su hija también se arrimaba a él. Lo echó de casa, pero no de cama, «pues nos seguíamos acostando de manera esporádica». El problema es que Jonier también lo hacía con su hija, y dos días antes del crimen Carolina descubrió curioseando el ordenador de la menor que en el 2009, cuando la cría apenas tenía 13 años, ya mantenía relaciones, «y eso, para mí, es un abuso, aunque la niña me pedía que no lo denunciara, que iba a decir que las relaciones eran consentidas».

Así se llegó a la noche del crimen. En casa de Carolina se reunieron, aparte de ella, su exmarido, con el que había retomado la relación -sin dejar a Jonier-, su hija y el novio de esta. Hablaron de los abusos, de que si se debería denunciar o no. Intentaron convencer a la menor de que lo mejor era ir a la policía para contar lo que le había hecho con 13 años. «Yo me acosté y al levantarme me contaron que habían matado a Jonier».