Canciones para después de la guerra

Alfredo López Penide

GALICIA

La Brilat enfila la recta final de su repliegue en el país asiático

04 may 2013 . Actualizado a las 01:30 h.

«Aquí no hay playa... vaya, vaya». Así, a voz en grito, recibieron este viernes en Herat a parte del contingente canario que va a sustituir a las tropas de la Brilat en el país asiático. Ya es tradición que cada destacamento que abandona Afganistán dé la bienvenida a su relevo con alguna canción alusiva e irónica con lo que se van a encontrar. En noviembre de la pasado año, fue la de Feliz Navidad la que acompañó a los soldados pontevedreses y asturianos mientras descendían por la escalerilla del avión que les condujo hasta Herat.

Han pasado ya seis meses de aquellas fechas y la Brilat está enfilando la recta final de su despliegue en este escenario de operaciones. En próximos días está previsto que se proceda a la ceremonia de transferencia de autoridad en los acuartelamientos de Herat y Qala-i-Naw, mientras que el último de vuelos de retorno con personal de la brigada se producirá a mediados de mayo.

Pero mientras tanto, los que terminaron ya la misión pasaron del Aquí no hay playa al «Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo...». Lo suyo no es cantar, eso quedó claro. Los nervios se palpaban desde primera hora de la mañana. Separados por una verja metálica de la pista donde iba a aterrizar el Airbus de AirEuropa, los soldados mataban el tiempo recordando anécdotas, despidiéndose entre abrazos y besos, intercambiando correos electrónicos y teléfonos o, incluso, manteando a compañeros.

Hubo quien vivía estos instantes con un doble nerviosismo... Como el capitán que, este jueves, fue papá de una niña a la que va a bautizar como Carmen y cuyo parto se adelantó varios días sobre la fecha inicialmente prevista.

Y llegó el avión, y con él los gritos y los aplausos. La casa de cada uno cada vez estaba más cerca. Y eso que por delante tenían casi doce horas de vuelo con escalas en Estambul y Oviedo, donde se quedó la mayor parte del contingente de la Brilat, antes de llegar, ya por la noche, a Madrid.

Tras descender el reemplazo -al que algún despistado terminó saludando cantando el Feliz Navidad-, los soldados y una veintena de altos mandos del ejército afgano que van a realizar un curso en la capital de España ocuparon sus asientos. Fue un vuelo tranquilo, aunque, eso sí, una vez se dejó atrás Estambul la mayoría parecía querer comerse las uñas de la impaciencia.

En estas, el comandante anunció el descenso al aeropuerto asturiano. Gritos de júbilo, aplausos y risas intranquilas, pero también alguna que otra lagrimita que se le escapó a más de uno por la emoción. En tierra les esperaban sus seres queridos a los que no ven más que por Skype y videoconferencia desde hace medio año: «A mí no me vuelven a pillar en otra como esta», afirmaba un soldado de la Brilat, mientras su teléfono no paraba de recibir whatsapps.

Besos, llantos y abrazos fueron el mejor final para este despliegue, el último que realizará la Brilat en Afganistán en base a los parámetros establecidos en el 2005. «Podremos venir en otras misiones, pero ya no serán la misma», remarcó un mando del contingente.

Poco más de una hora más tarde la escena se volvía a repetir, esta vez, en el aeropuerto