Santa Comba nunca duerme

María Cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

De noche en uno de los epicentros de la movida nocturna gallega, donde vigilantes privados patrullan la calle para evitar peleas

13 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Dicen que en Santa Comba no se es nadie en zapato plano. La que los lleva es porque se los ha sacado para llevarlos en la mano. Tampoco se es nadie en pantalón vaquero. Porque esta es tierra para mostrar pierna a lo grande y no tener complejos. Aunque esta no es una noche de las mejores, el paisaje humano no es diferente al de una jornada de abarrote total. Veinteañeros llegados de lejos a bordo del noitebús, chicos que ya no son ni treintañeros, chavalas abonadas al saturday night...

El sábado posterior al Domingo de Resurrección parece que todavía duran las resacas de una Semana Santa temprana que, encima, ha caído a fin de mes. No se ve tanto público como otras veces. «Normal que non haxa, agora o mes comeza o día dez, cando cobras o paro», explica el portero de uno de los locales que escoltan la vía, un lugar en el que los domingos de madrugada, entre las 00.00 y las 6.00 horas, está prohibido aparcar. Aunque es un día más flojo -menos en algún que otro local que transporta los paladares a una playa del Caribe a golpe de daikiri de fresa-, no es lo habitual. Probablemente, en caso de que la estadística del portero no falle, esta noche habrá más movida porque ya ha pasado el día 10.

Esta población levantada en un concello ganadero ubicado a medio camino entre Carballo y Muros ha ido tragando la marcha que había hace años en otras localidades cercanas. Pese a los controles de alcoholemia o el recorte ejecutado en los horarios de cierre, se mantiene como uno de los epicentros de la movida nocturna en Galicia. Y ahora que empieza la temporada de bodas, todavía más. «Aquí ven xente de todas partes, alugan unha habitación no hotel ou se quedan por aquí», cuenta Begoña, de Patatas Begoña, encargada de rebajar cada mañana el nivel de alcohol a golpe de hamburguesa y perrito caliente. Desde su pequeña atalaya observa la calle.

Frente a su local desfilan un grupo de chicas en minifalda, zapato alto y media color carne para lucir el muslo. Es lo normal. Una se aferra con fuerza a una botella con refresco de naranja de marca blanca, mientras uno de los trabajadores de un local de copas le ofrece un cóctel gratis para conocer cómo es el ambiente del pub. En una noche floja hay que hacer doble de esfuerzo para atraer clientes. No hay que escatimar en flyers (folletos pequeños que reparten los relaciones públicas de los pubs). Entre la tímida marabunta de chicas vestidas para matar y chicos que buscan guerra o al menos una batalla digna de contar, dos parejas de muchachos altos como torres recorren la calle. Visten cazadoras amarillas que llevan impreso el nombre de Santa Comba en la espalda. Patrullan como Abraham y Moisés en grupos de a dos. ¿Qué hacen? Controlar que no haya bronca en la calle. «Hace un momento hubo un altercado ahí abajo con unos moinantes», dicen. Son la seguridad privada que desde hace unos cuatro meses han contratado los pubs de Santa Comba para que las noches de copas no acaben mal. Porque, como cuenta un habitual, no hay noche que no haya alguna trifulca. El propietario de un bar cercano a la calle de copas advierte de que hace tiempo que no va por ahí porque a determinadas horas suele haber bronca, pero Begoña, la de Patatas Begoña, no tiene esa vista. «No acostumbra a haber -explica- porque este es un lugar relativamente tranquilo». Este sábado, por lo menos, a las 3.30 no había habido ningún altercado grave. Habrá que ir más veces para comprobarlo.