El entramado empresarial de Marcial Dorado: De la finca de O Lagartiño a Suiza, pasando por Cabo Verde

Susana Luaña Louzao
S. Luaña AROUSA / LA VOZ

GALICIA

13 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

De los personajes relacionados con el contrabando en la ría de Arousa, Marcial Dorado fue siempre un verso libre. Quizás por eso tardó en caer en manos de la Justicia, porque a pesar de sus orígenes humildes, supo huir del perfil que ponía a los históricos en el punto de mira. Por supuesto, como los demás, levantó su fortaleza en su tierra natal, A Illa de Arousa, e invirtió parte de su patrimonio en los sectores que gustaban a quienes se hicieron millonarios con el Winston de batea -viñedos, construcción y negocios relacionados con el mar-, pero también se supo rodear de asesores de prestigio que dieron apariencia de legalidad y seriedad a sus actividades empresariales.

Por eso fue tan difícil echarle el guante. Pero no contaba Dorado con que un día llegase a Vilagarcía un juez que no se amilanaba ante nada, ni siquiera ante el halo que rodeaba al excontrabandista. En una macrooperación contra el narcotráfico, la del South Sea, aparecía una embarcación relacionada con el isleño. Fue el principio del fin de su emporio, porque Vázquez Taín tiró de la madeja y descubrió un enmarañado entramado empresarial que, partiendo de la casa familiar de O Lagartiño, en A Illa, se extendía al resto de España y de Europa y se perdía en paraísos fiscales. De España a Grecia y Cabo Verde; de Portugal a Belice pasando por Suiza.

Negocios de todos conocidos

Cómo no, la familia Dorado tiene sus negocios oficiales de todos conocidos. Como sus gasolineras o la inmobiliaria Marli, con sede en un noble edificio en el centro de Vilagarcía con un garaje que, en efecto, sufrió las consecuencias de las terribles inundaciones que anegaron Vilagarcía en el año 2006, y por las que, según desveló el presidente de la Xunta, recibió 125.000 euros en ayudas en la época del bipartito. Pero también la empresa Efectos Navales Arousa, que atiende al público en el muelle isleño de O Xufre, y que pudo ser la que suministró material a la Xunta por valor de 5.000 euros, como admitió también Núñez Feijoo. Esas son las empresas que, como dijo un día la mujer de Dorado, les daban «para ir tirando».

Desentrañar el resto de sus actividades son palabras mayores. La Justicia, de hecho, lleva en ello diez años. Desde que Vázquez Taín apresó en el 2003 el South See con casi seis toneladas de cocaína a bordo y luego remitió a la Audiencia Nacional cientos de folios en los que detallaba el periplo de la embarcación Nautillus, utilizada para el transbordo de la droga. La planeadora se construyó en los Astilleros Hércules, de A Coruña, firma relacionada con Dorado, pero luego se desmontó pieza a pieza y se trasladó a Grecia, donde más tarde la adquirió la firma Bio Research Marine, con sede en Belice. Al final la compró Transportes El Golfo S.A., de Panamá, aunque la documentación de la embarcación la gestionaba una sociedad en Suiza.

Acusado de blanqueo

Si ese fue el recorrido de una planeadora, no es difícil imaginar los viajes a un lado y otro del Atlántico que hicieron las sociedades de las que presuntamente forma parte Dorado. De esa carta de navegación se encargó poco a poco la Audiencia Nacional -muy poco a poco, todo hay que decirlo-, lo que le sirvió de base para imputarlo tanto a él como a otras trece personas en una trama de blanqueo de dinero pendiente de juicio.

La investigación afecta a cuarenta sociedades repartidas por una decena de países. El dinero que movían puede superar los 60 millones. En efecto, da «para ir tirando».