En las diligencias abiertas por la reclamación de la deuda figura un contrato de compraventa a nombre de un tal Juan García que la familia Cores dice no saber quién es. Es más, sospechan que no existe y que Dorado se hizo con la finca, como con otras parcelas, aprovechando que no había títulos de propiedad: «Porque daquela, nos anos 30, non se facían». Lo mismo le pasa a la familia Parada, que también vive en Outeiro y que recibieron la misma carta. Al menos en este caso, sí tienen títulos de propiedad. En A Illa creen que se repite la jugada de los 90. «Quitaba os marcos das fincas e as escrituraba ao seu nome», recuerdan.
Pero los abogados lo tienen difícil. Tratarán de demostrar la nulidad de ese contrato de compraventa basándose en que la familia siempre pagó los tributos de la casa, tal y como certificó el Concello de A Illa. Una de las propietarias, Lidia Cores, reunió ayer un escrito con firmas de apoyo de los vecinos. «E está disposto a testificar todo o pobo», aseguró. Los Cores tienen fama de honrados, pero habrá que convencer a un juzgado madrileño de que no son testaferros de Dorado.