Los detectives gallegos tienen su método

Susana Basterrechea REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Discreción, paciencia y ética profesional son las claves del trabajo de un buen investigador privado. El espionaje político en Cataluña ha colocado al oficio en el ojo del huracán, pero los sabuesos gallegos creen que la agencia Método 3 solo es la oveja negra de una profesión que en Galicia suma ya 52 licencias

24 mar 2013 . Actualizado a las 15:31 h.

Hércules Poirot, el célebre detective belga creado por Agatha Christie, era un devoto del método y han sido precisamente los métodos empleados por una agencia llamada para colmo así, Método 3, los que han puesto en la picota a los investigadores privados de todo el país. Famosa por casos como el del espía que entregó al prófugo Luis Roldán, Fernando Paesa, al que descubrieron en París, o el de la niña Madeleine McCann, a la que nunca localizaron, la agencia catalana -aunque fundada por una gallega de la Costa da Morte, Marita Fernández Lado- ha terminado acusada de supuestas escuchas ilegales con un micrófono colocado en un restaurante de Barcelona para grabar la conversación entre la exnovia de uno de los hijos de Jordi Pujol y la líder del PP en Cataluña, Alicia Sánchez Camacho. «Esto da muy mala imagen. Parecemos gánsteres, que estamos por encima del bien y del mal y no tenemos nada vetado, pero no es así», comenta Francisco Fachal, dueño de la agencia coruñesa Cover Detectives, con 25 años de oficio.

Los límites en la profesión los marca la ley, que solo les permite obtener y aportar información y pruebas sobre conductas o hechos privados, e investigar delitos no perseguibles de oficio, es decir, solo a instancia de parte por encargo de los legitimados en el proceso penal. Por supuesto, instalar un micro para escuchar y grabar lo que hablan terceras personas significa infringir dicha ley. «No tenemos carta blanca y estamos controlados. También hay periodistas con mala praxis que manchan al colectivo, pero son los menos. Ovejas negras las hay en todas partes», explica un detective de V&P Investigaciones, una agencia de Pontevedra. «Nos ha perjudicado muchísimo a los detectives», reitera Mario Ziegler, del Grupo Magnum, en Santiago. «No es lo normal cometer delitos en el ejercicio de esta profesión y, además, en los medios han aparecido listados con clientes que no tienen nada que ver con el caso. Ha hecho mucho daño, pero es algo aislado. Que no se pueden grabar las conversaciones de terceros es algo que se explica desde el primer día de clase. Si no había consentimiento de alguna de las partes implicadas, y esto es clave, sería un delito. Pero se verá en el juicio», añade.

Ziegler, que ejerce desde 1995, fue profesor de los estudios de detective privado que impartía la Universidade de Vigo -eran únicos en Galicia pero hoy ya han desaparecido- y participó en la creación del actual colegio profesional, que suma 52 licencias repartidas en 33 agencias. «Un buen detective nace y se hace. Yo era perito caligráfico y documentólogo, pero desde hace dos años saqué la titulación. Para ampliar la oferta de servicios del despacho, cuantas más áreas mejor», dice el investigador de V&P. Sin embargo, Fachal, de Cover Detectives, cree que el oficio es algo vocacional y que la calle sigue siendo la mejor escuela. Él, que lleva desde los 22 años en la profesión y tiene 47, aprendió de Napoleón, el más veterano de los sabuesos coruñeses. «Fue el maestro de todos», afirma. «Yo de niño ya decía que quería ser detective y mis padres se reían. Y mira tú dónde estoy. Pero esto tiene que gustarte, si no no lo soportas. No tienes horario, ni fines de semana, a veces duermes poco, comes cualquier cosa, pasas frío, calor... Yo creo que la mayoría de los que salieron de la universidad no aguantan ni dos años. En la calle se demuestra la valía», apunta.

Hace 15 días, Fachal estaba en Extremadura reuniendo pruebas para que una empresa gallega que lo ha contratado pueda demostrar que «una persona que les adeuda mucho dinero no es insolvente». «Tiene patrimonio y coches, pero a nombre de su novia», explica. «Lo que ya no llevo -añade- son temas familiares. Los aborrecí por completo». Los casos de maridos o mujeres que se creen engañados son «los más difíciles», según el detective de V&P. «Porque el cliente no queda satisfecho sea cual sea el resultado, así que tú tampoco. Si se confirma su sospecha, es doloroso para él. Y si no se confirma, tampoco queda contento porque piensa que quizá es que tú no has investigado bien, que no has detectado la infidelidad. Y le queda la duda», explica.

De lo que huye Ziegler, cuya agencia se ha especializado en conseguir pruebas con relevancia judicial y cuyos principales clientes son empresas, es de los casos «con vertiente política». «No creo que sean trabajos para un detective privado. Y pueden ensuciarlo todo».