Rebelión en el desierto demográfico gallego

Jorge Casanova
jorge casanova PARADA DE SIL / LA VOZ

GALICIA

VÍTOR MEJUTO

Parada de Sil se prepara para un acontecimiento: el primer parto en cuatro años

17 mar 2013 . Actualizado a las 15:56 h.

Enclavado entre la montaña y el cañón del Sil, en uno de los parajes más hermosos de Galicia, Parada es también uno de los concellos con un censo menor. Ni siquiera suman 700 habitantes y hace cuatro años que no se produce un nacimiento en todo el concello. Sin embargo, a cualquiera que se le pregunte por el pueblo contestará con una gran noticia: hay una rapaza embarazada.

«Desde luego, no fue algo calculado», cuenta Inma, la poseedora del tesoro de Parada. Lo de esta mujer de 36 años es ir a contracorriente: «No, nunca sentí la pulsión de marcharme. Siempre viví en Parada e incluso cuando tuve que ir a estudiar a Ourense, no me gustaba, estaba deseando venir». Lo dice en medio de un pueblo donde todo el mundo emigró y, en cierta medida, lo sigue haciendo. Así que Carla, la nena que nacerá el mes que viene, no solo rejuvenecerá el agonizante censo de Parada, sino que lo hará por mucho tiempo: «Eso seguro. La niña no se va a ir del pueblo».

Inma, agotada tras atender la cocina y las mesas del restaurante O Curtiñeiro sigue caminando contra el viento. El restaurante lo lleva con una hermana y una sobrina. Han sido capaces de aprovechar la tímida onda turística y mantener a flote un negocio en una época en que todos piensan en cerrar. Y si mira hacia su abultado vientre, se le escapan las amenazas: «Aquí no hay pediatra. El más cercano está en Castro Caldelas (25 kilómetros) y visita dos días a la semana. Tampoco hay guardería y yo hay días que tengo que estar 17 horas en el restaurante».

-Pero no pensará en llevar ya la niña a la guardería. Seguro que mucha gente aquí le echaría una mano de mil amores.

-Sí, pero hay otro problema. Si no la apunto, ya me han dicho que es posible que cierren la guardería de Castro Caldelas.

Así de cruda está la cuestión en esta comarca, punta de lanza del desastre demográfico gallego, donde un nacimiento no salva el servicio de un municipio, sino el de toda una comarca.

«Aquí, por mucho que te agobies, sales a dar un paseo y todo cambia». Inma verbaliza lo obvio. Caminamos por los Balcones de Madrid, sobrecogedores miradores sobre el Sil con un horizonte de decenas de kilómetros y la primavera a punto de reventar. ¿Quién querría alejarse de un sitio así? Pues han sido miles y miles. Inma no. «Tener un hijo nunca formó parte de mis planes», recuerda: «Hay que dedicarle mucho tiempo. Pero el año pasado sufrí un accidente y me repensé un poco las cosas».

Begoña

El último nacimiento que se produjo en el seno de una familia censada en Parada do Sil fue en el 2009. Pero la familia ya se marchó. A Ourense. Para encontrar al niño más joven que haya residido en el concello toda su vida, hay que ir hasta A Lama, la parroquia en la que vive Begoña, una pizpireta rapaza que pronto cumplirá 14 años y que se mueve como pez en el agua entre las vísceras y los cuerpos aún calientes de los porcos que acaban de sacrificar en el patio de su casa.

¿Te gusta vivir aquí? ¿Qué haces cuándo no estás en el cole? ¿Tienes bici? Da igual lo que se pregunte, siempre hay un abuelo o un familiar en el concurrido patio que responde por ella. En positivo, claro. La familia de Begoña se aferra a su bien más preciado. La niña de su edad que vive más cerca está en otro ayuntamiento, a un cuarto de hora en coche. Así que Begoña pasa el tiempo estudiando, en el Tuenti, con la bici o con su perro, que es más revoltoso que ella. ¿Es feliz? Desde luego, lo parece. Pero los que sí destilan alegría, son los abueletes que destripan animales a su alrededor.

Su padre, Manuel, me explica que encontró trabajo en Coren cuando volvió de la mili, y hasta hoy. Solo tienen a Begoña.

-¿Cree que se quedará a vivir aquí?

Manuel se encoge de hombros. Begoña cuenta que quiere ser maestra. O más bien lo hacen sus abuelos: «Sempre o dixo, dende pequena». Begoña sonríe y asiente. Tal vez piensa «Ya veremos», ahora que se está haciendo un poco mayor.

En Parada de Sil hay niños más pequeños. Familias que han venido a instalarse en este lugar paradisíaco, como la de Fernando, el joven farmacéutico que llegó de A Coruña hace cuatro años: «Los primeros meses me los pasaba haciendo fotos para que mis amigos vieran lo que yo veía todos los días», recuerda. Está encantado. Tiene una niña de 12 años: «Por el verano se juntan un montón de chavales. Mi hija prefería estar aquí que ir a la playa». El boticario admite que vende más pañales para ancianos que para bebés, pero todo es negocio.

El concello, gobernado por Francisco Magide, intenta reorientarse hacia el turismo con relativo éxito. En su reduccionismo, Parada de Sil se ha concentrado en paisaje, vino y castañas. De ahí que se hayan asentado algunos negocios, al amor de uno de los cuales pronto nacerá Carla. Es a lo primero que se refiere al alcalde cuando hablamos de futuro: «¿Sabe que va a nacer una niña en el pueblo?». Claro. Lo sabe todo el mundo. Quizás porque la propia rebeldía de Inma haciendo lo que nadie hace es la misma de un pueblo que, pese a todo, se resigna a desaparecer.

Inma no quiere llevar a su hija a la guardería, pero si no lo hace,

la cerrarán

La última niña nacida en el pueblo y aún censada allí va a cumplir 14 años