«Me gusta llevar dinero encima»

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Manuel Fernández acaba de denunciar que en la catedral se practicaba sexo.
Manuel Fernández acaba de denunciar que en la catedral se practicaba sexo. álvaro ballesteros< / span>

El día de su detención, el ladrón del Códice Calixtino ocultaba 4.000 euros en un bolsillo

24 feb 2013 . Actualizado a las 14:29 h.

La mayoría de las personas prefieren confesar los pecados de los demás. La frase del periodista, escritor y guionista británico Graham Greene -El americano impasible, entre tantas otras- parece hecha a medida para el ladrón confeso del Calixtino. En el incendiario manuscrito que acaba de remitir al juez, Manuel Fernández Castiñeiras reprocha a los religiosos de la catedral de Santiago el incumplimiento del sexto mandamiento porque, dice, cometían actos impuros manteniendo relaciones sexuales de carácter homosexual. A sus compañeros que trabajaban con él en la basílica los acusa de ir contra el séptimo por robar las limosnas de los feligreses. Dos pecados que, a tenor de la investigación del caso, también manchaban el alma del acusador. La reacción de los afectados no se ha hecho esperar y no solo en forma de las anunciadas querellas por delitos contra el honor, sino también en la de nuevas y jugosas revelaciones.

El 3 de julio del 2012, cuando la policía abordó a Manuel Fernández Castiñeiras en la calle, el ladrón del códice venía de la catedral. No de rezar, parece, porque quienes estuvieron muchos meses vigilando sus movimientos hicieron constar en sus informes que más bien se dedicaba a estar allí sentado sin más y muchas veces casi dormitando en los bancos.

Cuando le dieron el alto y lo detuvieron, la policía lo cacheó. En un bolsillo guardaba las llaves de la caja fuerte de la basílica compostelana. En el otro, nada más y nada menos que 4.000 euros que los investigadores aseguran que acababa de robar. Cuando un agente le preguntó que de dónde había sacado tanto billete, con esa actitud huidiza y huraña que le atribuyen quienes lo conocen bien por haberle seguido la pista durante tanto tiempo, Fernández Castiñeiras les espetó: «Es que me gusta llevar dinero encima».

Evidentemente, por muy bien armado económicamente que le gustase ir, 4.000 euros son muchos euros. Y más para un electricista que se encontraba de baja laboral por haber sufrido un ictus cerebral y que solo cobraba un pequeña pensión de 493 euros al mes.

El botín de 4.000 euros presuntamente obtenido aquel día en que fue detenido no fue ni tan siquiera el más jugoso que habría cosechado el ladrón del códice en sus furtivas visitas a la caja fuerte de la catedral. En los años jacobeos, las cantidades eran enormes, según relatan los investigadores.

De ahí que no resulte extraño que, como cree la policía, en un solo año pudiese llevarse 250.000 euros, cifras a las que en modo alguno podría haber aspirado ningún otro ladrón de cepillos de la catedral de Santiago, en el supuesto de que, como decía Manuel Fernández Castiñeiras en su polémico manuscrito, hubiesen existido.

Pornografía y estampitas

Pero el robo no habría sido la única paja en el ojo ajeno que el ladrón del Calixtino no ve en el suyo. Y eso que, como dice la Biblia (Lucas 6, 41-42), él llevaba una viga adosada al párpado compuesta también por el mismo pecado sexual que ahora reprocha a algunos religiosos compostelanos.

No fueron solo maletas con millones de euros lo que la policía encontró en los registros que practicaron en el domicilio de Fernández Castiñeiras. También resaltó a ojos de los agentes la abundante pornografía que estaba en poder del exelectricista de la catedral. Había mucho material de este tipo entremezclado con estampitas religiosas, lo que no deja de ser sorprendente.

Malestar

Las acusaciones sobre sexo y robos en la catedral han generado un gran malestar entre los agentes que investigaron el caso del robo códice. Creen, como ya señaló el juez Vázquez Taín, que el manuscrito es irrelevante desde el punto de vista jurídico y que tan solo busca hacer daño al exdeán de la basílica, José María Díaz.

Para un agente de aquel equipo que recuperó el preciado libro, «no deja de resultar alucinante que Manolo -así llaman entre ellos al ladrón del Calixtino- acuse al deán y a otros canónigos compostelanos de ser homosexuales al tiempo que él reconoce que iba a su casa y que intimó con ellos motu proprio y, sin embargo, no cuenta a qué iba y por qué iba. A lo mejor es que hay que pensar que es un celoso y que hace todo esto por rabia y por maldad, para amargarles la vida a aquellos que se portaron bien con él».