Para un agente de aquel equipo que recuperó el preciado libro, «no deja de resultar alucinante que Manolo -así llaman entre ellos al ladrón del Calixtino- acuse al deán y a otros canónigos compostelanos de ser homosexuales al tiempo que él reconoce que iba a su casa y que intimó con ellos motu proprio y, sin embargo, no cuenta a qué iba y por qué iba. A lo mejor es que hay que pensar que es un celoso y que hace todo esto por rabia y por maldad, para amargarles la vida a aquellos que se portaron bien con él».