Conde Roa: Un político hábil e impetuoso que probó en el ladrillo y hundió su carrera
GALICIA
El juez Alfonso Villagómez repasaba pacientemente los sufragios litigiosos de las elecciones locales de 1983 cuando, de súbito, un joven veinteañero le hizo una observación. El magistrado lo abroncó y señaló amenazante la manilla de la puerta. Fue la primera vez en la que este redactor reparó en aquel mozo, Gerardo Conde Roa, recién licenciado en Derecho y aspirante a concejal compostelano en las filas de AP. Uno empezó a entrever que su puesto mediocre en la lista del candidato Ernesto Viéitez iba a convertirse en obsoleto antes de tiempo.
En efecto, pronto empezó a sacarle brillo a su actividad edilicia y arribó al mandato siguiente ya como alcaldable. Se quedó a las puertas del triunfo. Con el marchamo de vencedor concurrió cuatro años después, pero asomó su orgullo político y se negó de forma tajante a incorporar a su lista, de segunda de a bordo, a María Jesús Sainz.
Era una imposición de Fraga. Conde Roa le devolvió la candidatura al presidente y se fue a su casa. La historia llegaría calcada dos décadas después, cuando Núñez Feijoo le impuso a Paula Prado. Dos veces no, pensó Conde, que le tendió la mano (no la herencia política) a su rival.
Ímpetu
Tras un largo intermedio entre una y otra estancia en Raxoi, en el que estuvo a punto de llegar a las manos con Xosé Manuel Beiras, el hábil político popular regresó cincuentón, guerrero y triunfador al Concello. Inició su campaña lanzándose al río Sarela para denunciar su polución. Los años, en vez de amansarle, vigorizaron su ímpetu y no tuvo reparos en liarse a mamporros con un técnico de iluminación, en llamarle «ministra marimacha» a Magdalena Álvarez o en salir entre guardias expulsado de un pleno.
Con su inmersión en el ladrillo, ruinosa, había empezado a cavar su tumba política. Acosado por las deudas, Hacienda le tendió el lazo y le condujo al estrado judicial. Tuvo que dejar la alcaldía, pero sus equilibrios en la cuerda política de Raxoi lo arrastran ahora de nuevo a un juzgado, al mismo que imputó a su sucesor, Ángel Currás.