Conde Roa: Un político hábil e impetuoso que probó en el ladrillo y hundió su carrera

La Voz XOSÉ M. CAMBEIRO | SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

23 feb 2013 . Actualizado a las 15:48 h.

El juez Alfonso Villagómez repasaba pacientemente los sufragios litigiosos de las elecciones locales de 1983 cuando, de súbito, un joven veinteañero le hizo una observación. El magistrado lo abroncó y señaló amenazante la manilla de la puerta. Fue la primera vez en la que este redactor reparó en aquel mozo, Gerardo Conde Roa, recién licenciado en Derecho y aspirante a concejal compostelano en las filas de AP. Uno empezó a entrever que su puesto mediocre en la lista del candidato Ernesto Viéitez iba a convertirse en obsoleto antes de tiempo.

En efecto, pronto empezó a sacarle brillo a su actividad edilicia y arribó al mandato siguiente ya como alcaldable. Se quedó a las puertas del triunfo. Con el marchamo de vencedor concurrió cuatro años después, pero asomó su orgullo político y se negó de forma tajante a incorporar a su lista, de segunda de a bordo, a María Jesús Sainz.

Era una imposición de Fraga. Conde Roa le devolvió la candidatura al presidente y se fue a su casa. La historia llegaría calcada dos décadas después, cuando Núñez Feijoo le impuso a Paula Prado. Dos veces no, pensó Conde, que le tendió la mano (no la herencia política) a su rival.

Ímpetu

Tras un largo intermedio entre una y otra estancia en Raxoi, en el que estuvo a punto de llegar a las manos con Xosé Manuel Beiras, el hábil político popular regresó cincuentón, guerrero y triunfador al Concello. Inició su campaña lanzándose al río Sarela para denunciar su polución. Los años, en vez de amansarle, vigorizaron su ímpetu y no tuvo reparos en liarse a mamporros con un técnico de iluminación, en llamarle «ministra marimacha» a Magdalena Álvarez o en salir entre guardias expulsado de un pleno.

Con su inmersión en el ladrillo, ruinosa, había empezado a cavar su tumba política. Acosado por las deudas, Hacienda le tendió el lazo y le condujo al estrado judicial. Tuvo que dejar la alcaldía, pero sus equilibrios en la cuerda política de Raxoi lo arrastran ahora de nuevo a un juzgado, al mismo que imputó a su sucesor, Ángel Currás.