El liquidador de hoteles vendidos a un euro llega al penal de Teixeiro

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Fue trasladado desde la cárcel de Madrid para comparecer ante Taín

22 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Ángel de Cabo, más conocido como el Liquidador, ese hombre que para abrumar a los amigos encendía los puros con billetes de 50 euros y se dedicaba a comprar empresas en quiebra por dos patacones para trocearlas, venderlas por partes y así amasar una inmensa fortuna, duerme desde el miércoles en la prisión de Teixeiro. Desde diciembre estaba en la cárcel de Soto del Real, adonde lo envió la Audiencia Nacional imputado por alzamiento de bienes, blanqueo de capitales e insolvencia punible en el caso Marsáns. No pudo afrontar la fianza más cuantiosa de la historia: 50 millones de euros.

Instituciones Penitenciarias lo trasladó esta semana a la cárcel gallega porque el lunes debe comparecer ante el juez Vázquez Taín, que instruye desde Santiago la operación Caballo de Troya para aclarar el supuesto vaciado patrimonial de los tres hoteles del grupo Martínez Núñez en Galicia. Se sospecha que todas las empresas de ese grupo se vendieron al Liquidador por unos 3 euros para supuestamente tratar de evitar hacer frente a las deudas y acreedores.

Porque todo en la vida del hombre que empezó de fontanero y terminó de empresario de postín es supuesto. Cuando la Justicia le echó el guante junto a Díaz Ferrán y miraron sus cuentas, en ellas no había ni un céntimo. Gerardo Díaz Ferrán, expresidente de la CEOE, e Iván Manuel Losada, los otros dos grandes implicados en la trama, sí vieron cómo sus cuentas eran embargadas.

Porque De Cabo no era hombre de depositar sus ahorros en entidades financieras. En el auto judicial se explica que prefería gastar el dinero en bienes de lujo -como casas y coches- y esconder, supuestamente, su capital en metálico. Llegó incluso a dar a su secretaria más de un millón de euros contantes y sonantes para que los guardara en casa, a la vez que diversificaba sus bienes entre diferentes testaferros.

Según el fiscal, trabajaba así: cuando la empresa estaba al borde del precipicio financiero, de repente, aparecía una mano -la suya- que se presentaba como la salvación. Ofrecía asumir toda la deuda y los problemas de una reestructuración y saneamiento a cambio de tomar el control. Los dueños, siempre empresarios agobiados por la situación, aceptan encantados la oferta. Luego, De Cabo declara el concurso de acreedores. Pero cuando el juez y los administradores concursales tomaban las riendas, la empresa ya era inviable. Sus activos se habían esfumado, la liquidación era la única salida y los acreedores se quedaban sin cobrar. Una jugada perfecta que le sirvió para amasar, supuestamente, una gran fortuna y gozar de una vida de película. Nunca mejor dicho, pues De Cabo era un gran cinéfilo. Sobre todo de la película Pretty Woman, pues nada menos que él mismo se comparaba con Richard Gere. También liquidador de empresas en la película.