Segundo discurso, tras un primero de promesas por cumplir

m. ch. santiago / la voz

GALICIA

27 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Invertirá hoy Feijoo un casi nada en mirar hacia atrás. «El balance de los últimos años -aduce una fuente de su entorno- ha sido refrendado ya en las urnas y lo que la gente necesita conocer ahora es cuál es el proyecto para los próximos cuatro». De este modo, tampoco tendrá que revisar ciertos compromisos de su primer discurso de investidura, pronunciado el 14 de abril del 2009, que nunca llegó a cumplir, no al menos en su formulación completa. Anunció aquella mañana el presidente de la Xunta que, al término de la legislatura, los emigrantes votarían en urna o bien emitirían sufragio telemático, que una ley sanitaria fijaría en 45 y 60 jornadas las demoras máximas para pruebas diagnósticas y operaciones, que la Administración impulsaría instalaciones complementarias a la planta de Sogama en Cerceda, que obtendría la transferencia de la AP-9 a la comunidad, que emprendería la reforma del Estatuto, que la Policía Autonómica se convertiría en cuerpo propio de seguridad, que pactaría con Ence un traslado «dentro da comarca pontevedresa», que ejecutaría un plan de infraestructuras con el horizonte innegociable del 2015, que suprimiría el impuesto de sucesiones, que reactivaría el sector eólico, que «reforzaría a independencia» de las cajas... De todo aquello, en este 2012 que muere, muy poquito o nada de nada.

En la cara de la moneda, el jefe del Ejecutivo, trayendo el pasado al presente, podría vender a sus señorías que mucho de lo que entonces dijo ante la Cámara iba en serio: redujo las consellerías de trece a diez y luego a ocho, recortó la Administración paralela eliminando medio centenar de chiringuitos, programó un Xacobeo turísticamente exitoso, puso en marcha ventajas fiscales, insufló en la política presupuestaria aires de rigor y eficiencia, condujo a Galicia por la senda del cumplimiento del déficit, supo ver antes que otros gobernantes la que se venía encima, modernizó la relación burocracia-ciudadano y, entre otras medidas, sacó adelante las directrices de ordenación del territorio.