El velero que naufragó en A Coruña navegaba con graves deficiencias

Manuel Arroyo Alves
Manuel Arroyo FERROL / LA VOZ

GALICIA

Imagen del primer rescate del náufrago polaco
Imagen del primer rescate del náufrago polaco Cedida

Su tripulante partió solo de Cedeira el viernes tras cinco días en tierra

16 oct 2012 . Actualizado a las 12:14 h.

Hasta en dos ocasiones tuvo que ser rescatado el navegante polaco antes de su trágica muerte en la bahía coruñesa del Orzán el pasado domingo. La singladura de Jan Antoni Landsman, de 72 años, comenzó en Inglaterra y tenía como destino Grecia y Turquía. Pero los problemas comenzaron a su paso por la costa Ártabra.

A bordo de un velero de nueve metros de eslora y con numerosas deficiencias estructurales, según fuentes de la Cruz Roja, el septuagenario sufrió el primer contratiempo frente a la costa de Valdoviño el sábado 6 de octubre. Un residente de la zona de la laguna de A Frouxeira, Vicente Corral, oteó el buque fondeado en una zona poco frecuente, en una marcación próxima a la peña Percebelleira.

Al día siguiente, durante un paseo en bicicleta, divisó al navegante a bordo de una balsa neumática tratando de acercarse a la costa. Según su testimonio, el viento y la corriente le impedían bogar hacia tierra: «Estaba agotado, exhausto», relata. Pero la fortuna se alió con el navegante y un golpe de mar lo aproximó a una zona rocosa cercana a la playa de Os Curas. Pasaban de las tres de la tarde de aquel domingo y, para entonces, ya se había alertado a los servicios de emergencias. Miembros de Protección Civil, Guardia Civil y el propio vecino de A Frouxeira auxiliaron al hombre, ya al límite de sus fuerzas. «Solo quería café: 'café, café', pedía», explica Corral. Una vez a salvo, lo llevaron a un bar próximo, donde le dieron un bocadillo y bebida caliente. «Era un hombre que no quería ayuda, muy hermético», pero el fallo en las baterías lo llevó a la desesperada a buscar tierra firme.

Con la ayuda de los mariscadores de Meirás, que se prestaron a recargarle las baterías con unas pinzas y llevarlo de nuevo a bordo, Jan se dirigió a sus auxiliadores pidiendo «puerto próximo» para tirar la basura y arreglar los maltrechos acumuladores. Corral, dadas las circunstancias y el estado del navegante, se ofreció a acompañarlo al puerto de Cedeira, el más cercano a su posición. Ese sería el origen del segundo rescate en el mismo día.

Apenas a unas millas de distancia, frente al arenal de Pantín, el barco se quedó sin gobierno, al fallar el motor nuevamente. Esta vez, por falta de gasolina. Corral, su acompañante de fortuna, alertó por segunda vez al 112. La lancha L.S. Langosteira remolcó el velero hasta la rada cedeiresa, donde amarró pasadas las nueve de la noche. Valedor y navegante se despidieron .

Vida a bordo

Jan pasó los siguientes cinco días en Cedeira, a la espera de reparar las baterías. Navegaba solo desde su partida, en Inglaterra. «Andaba siempre descalzo», explica Corral, que subraya que le sorprendió «su cultura y su carácter especial». «Su intención era partir ya el jueves», dice Ángel Rodríguez, patrón de la L.S. Langosteira, pero el barco no estaba listo.

Mientras tanto, el polaco hacía vida en el interior de su barco. Precario y con una cubierta con importantes desperfectos, explica Rodríguez. Todos los papeles que llevaba a bordo «estaban mojados» y mal conservados. «Hay barcos de los años sesenta que presentan mejor estado», explica gráficamente el patrón. Sin demasiados recursos -incluso ha trascendido que no tenía suficiente dinero para la reparación del velero-, Jan se hizo a la mar en la jornada del viernes, día 12, con el único arreglo de los acumuladores. Pese a que su última posición no dista más de seis horas de navegación, no se tuvo constancia del marinero hasta el trágico naufragio del domingo en la bahía del Orzán.