El Concello que nació de la mina y que unió a Vilaodrid y Vilameá

maría cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

21 mar 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Un grupo de mineros comen sentados junto a un río. Es en el cañón del Eo. La imagen preside el bar Puente, uno de los más antiguos de A Pontenova. El propietario, Demetrio, lo recuerda y hace de cronista oficioso de este concello del interior de A Mariña. Cuenta que fue de esa mina con parada de tren, la de Vilaodrid, de la que nació primero el pueblo, Puente Nuevo, y luego el ayuntamiento, fundado a partir de la unión de Vilaodrid y lo que hasta 1950 era el concello de Vilameá. El matrimonio vino rodado. Fue justo en 1962 cuando nació.

«A primeiros do século pasado había dúas casas aquí, pero xa había uns mil mineiros traballando no ferro», explica. Eran de las aldeas de los alrededores, pero también de otros concellos de Galicia. Venían de Muimenta, de Meira... Ese desembarco, unido al desarrollo del tren que llevaba el hierro hasta Ribadeo, hizo que las viviendas fueran aumentando en torno al cañón del Eo.

Y llegaron los maragatos y empezaron a abrirse tiendas y bares. «A vila é relativamente nova», comenta el alcalde, Darío Campos. Ese desarrollo urbanístico se fraguó en territorio del viejo ayuntamiento de Vilameá, cuya economía de servicios se movía gracias a la mina excavada en la roca de Vilaodrid, justo en el otro lado del río. Todo estaba unido por un puente. «Había obreiros que viñan do outro lado e pola comida tamén traballaban aquí e fixeron esta bodega», explica el dueño del Puente. La bodega está excavada en la roca y tiene un tubo que ventila hecho también a mano. Las cabeceras de cada uno de estos dos concellos eran dos pequeñas aldeas ubicadas montaña arriba, a un kilómetro del río. Desde cada una de ellas podía avistarse la otra a lo lejos, en lo alto de la montaña, más allá del valle. La feria era en Puente Nuevo.

Sin problemas de convivencia

«Non recordo que houbese nunca rivalidade entre os dous pobos», dice Rufino, otro de los más veteranos. Y la propietaria de A Esquina secunda esas palabras. «Somos todos uns. Non hai nin nunca houbo ningunha rivalidade. Ás veces fanse máis problemas administrativos dos que hai», dice. El primero recuerda el tren. La segunda el ruido.

La unión fue rápida. Sin traumas. Era fruto de una lógica que ahora podría aplicarse a la unión de pequeños concellos en torno a una cabecera de comarca. «Puente Nuevo tiña a feira e daquela tiña moito auxe», recuerda Ramón López, natural de Vilaodrid. Cuenta la historia de cómo se formó, antes incluso que el concello, la parroquia de A Pontenova. «Os curas de Vilameá e Vilaodrid eran amigos, pero cando o Bispado creou a parroquia de Puente Nuevo, porque alí non había, veu outro co que se levaban peor e non querían ir dar misa alí. Pero moita xente de Puente Nuevo tiña nicho en Vilameá. Por eso tivo que ir este alí a unha misa e estaban os outros, que acabaron dándolle», recuerda.

Más allá de anécdotas, nunca hubo problema, aunque ahora todavía los de Vilameá usen el nombre de la parroquia para decir de dónde son. Incluso las nuevas generaciones explican que cuando van por ahí y les preguntan de dónde son responden que son de la primera. «De Vilameá, sempre de Vilameá», dice un joven recién casado. Y aunque no vivió el matrimonio de concellos, ha oído hablar miles de veces de lo que pasó. «Doce anos antes de que se xuntaran cambiaron o nome do de Vilameá polo de Puente Nuevo», explica. Y luego ya vino el gran concello. Primero se llamó A Pontenova Vilaodrid. Ahora ya solo es A Pontenova.

Aquel pequeño municipio es todavía pequeño. Tiene actualmente una población de 2.732 habitantes. Los de alrededor, Trabada, Ribeira de Piquín, Riotorto o A Fonsagrada, tienen 1.310, 654, 1.466, y 4.309, respectivamente. La pregunta de qué pasará ahora está en el aire. La respuesta de cómo se tomarían una nueva alianza, también.

Las cabeceras de los municipios que se juntaron

eran dos pequeñas aldeas