Piden 52 años para el acusado de descuartizar a dos hombres en Aranga

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Blanco Vila está imputado por el asesinato de dos vecinos de Muros, y por desmembrarlos ayudado por cinco amigos.

20 ene 2012 . Actualizado a las 11:48 h.

Cuentan que se deshizo de dos hombres por 800 euros. Por no pagarles unos gramos de hachís que le habían pasado. Los citó en su casa de Aranga. Y en la cocina, estando su esposa, su hijo de 4 años y un amigo en el salón, les dio muerte. Los cosió a puñaladas y luego les dio un tiro de gracia. Así es como José Ramón Blanco Vila, alias Coque, terminó con la vida de dos vecinos de Muros y con sus huesos en la cárcel. Eso es lo que sostiene el fiscal, que pretende que continúe a la sombra hasta la vejez. En marzo le pedirá al juez en el juicio que se celebrará en la Audiencia Provincial de A Coruña que este hombre de 42 años y líder de una banda de asaltantes sea condenado a 52 años y medio de prisión como supuesto autor de dos delitos de asesinato, uno de tenencia ilícita de armas y otro de profanación de cadáveres.

Sucedió el 9 de noviembre del 2009. Asegura la acusación pública que Blanco Vila comenzó aquel día a recibir llamadas de las víctimas. Le cansó tanta insistencia y terminó invitándolos a su casa, en el municipio de Aranga. Allí estaban su esposa, su hijo de 4 años y un pequeño camello de Cambre. Los hizo pasar y «en la cocina los mató». En la salita fue oír los disparos y todos salieron por la ventana. Luego regresaron. Para echar una mano a Blanco Vila a tapar pruebas. Asegura el fiscal que Blanco Vila le pidió al joven camello que lo acompañara a Noia para dejar allí abandonado el vehículo de los fallecidos. Quería despistar. Luego reunió a su banda. Les comunicó que había matado a dos personas y les pidió nada menos que le echaran una mano para deshacerse de los cuerpos. Obedientes y leales, se presentaron en Aranga para participar en la macabra ceremonia, según afirma el fiscal.

Entre todos, con un cuchillo y una sierra de cocina, desmembraron sus cuerpos. Luego los metieron en bolsas y los fueron a meter a una fosa séptica de una casa abandonada en Fonteculler, en el municipio de Culleredo, a unos 50 kilómetros de la escena del crimen. Luego emprendieron reformas en casa. Sobre las baldosas de la cocina, salpicadas de sangre, pusieron otras. Y cambiaron o limaron los marcos de las puertas.

Investigación

Siguieron haciendo su vida. Su problema es que la Guardia Civil también. Cuando las familias de las víctimas empezaron a echarlos de menos y sabiendo a qué se dedicaban, investigaron las llamadas de sus teléfonos móviles. Y les llevó directamente a Blanco Vila. Sabían que este hombre, supuestamente, dirigía una banda de asaltantes de chalés. Pincharon todos los móviles y detuvieron a uno de ellos. Lo cantó todo. Quién los había matado y dónde habían ocultado los cuerpos. Así es como cayeron todos. De uno en uno. Todos hablaron. Unos más que otros. Menos Blanco Vila. Siempre se negó a declarar. Se limitó desde entonces, supuestamente, a amenazar de muerte al compinche que abrió la lata.