«Lo que importa no es vivir sino navegar, como bien decían los clásicos»

Gracia Novás REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

La Voz reconstruye, mediante retazos de entrevistas concedidas a sus medios, el perfil humano de Manuel Fraga

16 ene 2012 . Actualizado a las 04:29 h.

A lo largo de sus 60 años de trayectoria política, Manuel Fraga no fue demasiado propenso a mostrar su rostro íntimo, parapetado en su sempiterna coraza de servidor público y de gestor de voz autoritaria. Decía José Luis Meilán Gil en un artículo publicado en La Voz en 1998, al hilo del 76.º cumpleaños del entonces presidente de la Xunta, que las personas públicas tienden a ser consideradas por sus conciudadanos «como arquetipos sujetos a valoraciones de diferente signo». Y aportaba una anécdota en la que refería una visita de Fraga al santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, en la que los recuerdos de su madre lo llevaron a una honda emoción. «Nunca me ha parecido más grande, cuando se le ha visto más humano», concluye Meilán Gil.

Con la intención de indagar en la cara íntima del político vilalbés, de entrever al hombre, traemos una conversación compuesta con fragmentos, respuestas y pasajes extraídos de cientos de entrevistas a Fraga realizadas (a veces no publicadas íntegramente) en medios de la Corporación Voz de Galicia, y de entre las que descuellan las charlas con Carlos García Bayón.

Lo que quedará de Fraga

«Dirá la enciclopedia que fui embajador de España en Londres, ministro en dos ocasiones, presidente de la Xunta durante 16 años... Pero en verdad soy el hijo de un paisano de una parroquia de Villalba llamada San Xurxo de Rioaveso que se fue de emigrante a Cuba, y que también emigró».

La emigración

«Sí, yo soy un gallego de esos, de los emigrantes. Por ello soy quien mejor entiende a Galicia, y Galicia me ha correspondido de forma sobrada. Quizá también porque nací en eso que algunos llaman la Galicia profunda, en la aldea, vaya, o porque he sido emigrante con mis padres allende el Atlántico».

El trabajo

«A mí mis padres me inculcaron la cultura del trabajo, de la responsabilidad; yo no he sabido hacer otra cosa que trabajar. Y es que mi familia está formada por personas que se han hecho a sí mismas, con tenacidad y dedicación absolutas. Quizá por todas estas condiciones Galicia y yo nos hemos entendido como solo logran entenderse una madre y su propio hijo».

El recuerdo

«Quiero que me recuerden solo como alguien que ha trabajado siempre en la misma dirección para evitar que España se mantuviese en el camino que ha marcado trágicamente todo el siglo XIX, entre un golpe de Estado y una guerra civil, y entre esta y un pronunciamiento. Como un hombre serio, dedicado, servidor público que no se benefició de los puestos que ocupó».

El franquismo

«¡No!. No quiero que se me recuerde como un franquista, aunque algunos están interesados en así hacerlo creer. Yo era un niño cuando la Guerra Civil. No participé en la guerra ni mucho menos alenté la instauración de ese sistema de gobierno. Es más, como ministro de Información, solo contribuí a que se usase lo mejor posible. Solo cabía la posibilidad de hacer política desde dentro del sistema. Pero, ¡ojo!, nunca fui un servidor de la dictadura, sino que usé esa posición privilegiada para tratar de mejorar las cosas. Es verdad que había que hacer unas cosas que, claro, incluso llegué a lamentar, para poder hacer otras. Yo nunca actúo a las locas, sin reflexión, sin ponderar las cosas. Cualquiera que me conozca sabe que yo no ando con juegos, que soy una persona seria».

La aventura

«El hombre, por irresistible sed de vivir, tiende a la aventura. Yo he vivido constantemente en la aventura, aunque no como la entienden otros. No concibo la vida sin aventuras. Como decían los clásicos: Lo que importa no es vivir sino navegar [Navigare necesse est, vivere non necesse], es decir, comprometerse, arriesgarse. Fíjese que yo he sido hasta ministro de la Gobernación».

El descanso

«Yo no sé descansar a diario, ni tampoco los fines de semana. A lo mejor en el mes de agosto, en mi Perbes, donde me puedo encontrar con la familia, que en su mayoría vive lejos. En Perbes me baño todos los días, que es lo que mejor sienta a cuerpo y mente».

El mar

«Yo amo el mar, y en él busco, igual que en mis paseos, salud y serenidad. En cuanto hallo un hueco, la playa; me baño a las ocho, paseo y medito, luego me baño a la una, a las seis, saboreo la brisa, siento la vida, el agua, el yodo. No soy hombre de ocios. Mis ocios consisten en transitar de una dedicación a otra. Comprendo que el ocio es necesario, pero es un aburrimiento. El hombre ha de estar en acción. Cuando llego a Perbes me recobro. Mar y mar, pero nada de sol. Yo aprendí a nadar y bucear, malamente, en el río Magdalena, de Villalba; y a los once años descubrí el mar de La Coruña. Íbamos a Santa Cristina como las viejas catalinas, incluso a curarnos la tosferina. Desde entonces quedé seducido por el mar? ».

La playa y los desnudos

«Yo soy más de soledades. Las desnudeces no forman parte de la playa sino del espectáculo. Todo desnudo debe saberse administrar, y hay cientos que solo corresponden a la alcoba íntima. Una mujer bien vestida vale más que una bien desnuda. Esto no significa que no admire, y apasionadamente, el desnudo artístico y sus estéticas; ninguno como los escultóricos griegos».

El calzón de lana

«Yo, calzón de lana. Así vestido, o desnudo, ocupé, con motivo del famoso baño de la playa de Palomares, la portada en The New York Times.».