Una extranjera en la familia

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

GALICIA

Ariana, a la derecha, lucha para obtener la nacionalidad española; su hermana Alicia ya la tiene.
Ariana, a la derecha, lucha para obtener la nacionalidad española; su hermana Alicia ya la tiene. m. irago< / span>

Su madre, hermana e hijo son españoles, pero ella sigue siendo venezolana

05 ene 2012 . Actualizado a las 20:03 h.

Cuando Ariana habla, lo hace con ese acento cantarín que se atribuye a los gallegos y con la gheada y el seseo bien colocados, donde establecen los cánones arousanos. Cuando se presenta, sus apellidos, Costa Besada, refuerzan la idea de que esta joven ha nacido, como Valle Inclán, en el medio de la ría de Arousa. Pero la deducción sería errónea. Ariana vino al mundo, 22 años atrás, en Venezuela. Hasta aquel país habían emigrado sus abuelos en busca de fortuna. Allí nació su madre, quien también quiso labrarse un futuro en el país americano. En ello estaba cuando Chávez asomó en el horizonte. Entonces, temiendo que las cosas se pusiesen feas, hizo el petate y puso rumbo a España con su marido y sus dos hijas, las dos menores de edad.

Ariana tenía doce años. Recuerda vagamente las idas y venidas de su madre para resolver el asunto de los papeles y de la nacionalidad. «No tuvo ningún problema», sentencia. Y así, sin problemas, la familia casi al completo se convirtió oficialmente en española. «Mi hermana ya tenía los catorce años y ya se tenía que hacer el carné. Le hicieron todos los trámites sin ponerle ninguna pega. Yo tenía doce años y me dijeron que esperase para hacerme el DNI. Les hicimos caso. Y ahí empezó a liarse todo», cuenta Ariana, quien con 22 años, una relación estable y un hijo español, sigue sin tener la nacionalidad, el DNI y, a estas alturas, el NIE, el documento que permite la estancia en España a los extranjeros.

El viacrucis

Cuando cumplió los catorce años, Ariana volvió puntual al registro de Vilagarcía y a la comisaría para obtener el documento nacional de identidad. Pero por más que presentaba papeles y solicitudes, estas acababan inexplicablemente bloqueadas. Creyéndose ya española, «pedía que me diesen una copia literal de mi partida de nacimiento, que era lo que me hacía falta para poder sacar el carné, pero me mandaban una copia normal», recuerda la joven. ¿Y por qué ese empecinamiento de los servicios centrales de Madrid en mandar el papel que no era? Porque Ariana no había cumplimentado un paso previo para acceder a la copia literal: optar o solicitar oficialmente la nacionalidad de su madre.

«Yo soy camarera, sé hacer cafés. Se supone que cada uno tiene que saber de lo suyo. Los señores del Registro Civil de Vilagarcía tendrían que haberme dicho desde el principio que tenía que hacer ese trámite, ¿no?», se pregunta Ariana. Su abogada, Caterina Otero, también está convencida de que el viacrucis que está atravesando su clienta tuvo su origen en un problema de mala información que fue complicándose cada vez más.

Tras tropezar una y otra vez con la burocracia, y con un fiscal y un juez que no atienden a sus razones, a Ariana los funcionarios del registro de Vilagarcía llegaron a aconsejarle que «me fuese a Madrid, me cogiese un abogado o me casase para arreglarlo». Le hicieron esa recomendación cuando estaba esperando a su hijo, que tiene ya año y medio: «Casar no me voy a casar: vivo con mi pareja, pero basta que haya esto por el medio para que no me dé la gana. A Madrid ya había ido, y no sirvió de nada. Así que cogí una abogada».

Ariana reconoce que es terca. Y, desde que nació su hijo, más. «Cuando me quedé embarazada decidí meterme en esto a fondo para tenerlo todo arreglado cuando naciese el niño». De momento, su empeño no ha dado frutos. Y eso que ella se lo ha tomado en serio. Tanto, que para no complicar aún más su expediente decidió no tramitar el NIE. En aquella decisión también pesó la exigencia de que alguien figurase como su responsable legal. «Me dijeron que si me inscribía en el registro de parejas de hecho, mi pareja sería mi responsable. Pero no paso por eso. No necesito que nadie sea responsable de mí».

Consecuencias

Ahora sufre las consecuencias de su decisión: pequeñas incomodidades capaces de arrancarle las lágrimas incluso a esta aguerrida arousana. «No puedo votar, ni conducir, ni cambiar de compañía telefónica», dice. Y reconoce que cuando le dijeron que no podía contratar una línea de móvil salió de la tienda al borde del llanto. «Es que ni eso puedo hacer. Algo que la mayoría de la gente hace por teléfono... Al no tener el carné lo tengo todo parado», cuenta.

Según las últimas noticias, en un plazo de un año podría tener, por fin, su DNI en las manos.

«No puedo votar, ni conducir vehículos con carné, ni cambiar de compañía telefónica»

Ariana Costa Besada