Lo prístino y lo pisoteado

Juan C. Martínez

GALICIA

13 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Frente a la ría de Vigo hay un pequeño paraíso que son las Cíes. Así se ha reconocido social y legalmente con la declaración de parque nacional, junto con otras islas gallegas. Pero esa figura no es una medalla que se le pone al paraje; también es un intento de protegerlo, para que su belleza dure. Y la mayor amenaza, no nos engañemos, somos nosotros mismos. Por eso hay una limitación de aforo. Los monumentos naturales perecen con el uso intensivo, del mismo modo que perecería el David de Donatello si permitieran manosearlo. Cuando The Guardian elevó Rodas a la categoría de mejor playa del mundo, destacó que acudían a ella menos bañistas que a las también bellas pero masificadas del Mediterráneo. El martes pasado, la isla norte estaba abarrotada; en la playa de Rodas no cabía un alfiler. Y lo pisoteado es lo contrario de lo prístino. Hay que resignarse a ir menos veces para que las Cíes no mueran de éxito, y decir al público, y a las empresas de transporte, lo que le gritaba Lola Flores a los admiradores antes de que se arruinara la boda de Lolita: «¡Si me queréis, irse!»

medio ferrado