El cabo que dirigía la trama de Lugo, acusado de cobrar de los burdeles

José Fernández LUGO / LA VOZ

GALICIA

El dueño del club que ardió seis veces declaró que le dio 9.000 euros

04 abr 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Los investigadores de la operación Carioca consideran que el estatus que tenía el cabo primero de la Guardia Civil Armando Lorenzo en los clubes de alterne investigados en la operación Carioca le permitía no solo obtener favores sexuales de mujeres que trabajaban en los burdeles, sino que supuestamente recibía partidas de dinero entregadas por los propietarios de los negocios o allegados. Lorenzo, que estaba destinado en la unidad orgánica de la Policía Judicial de la Comandancia de Lugo, está imputado por numerosos delitos y permaneció encarcelado casi año y medio.

El propietario del club Eros, establecimiento que ardió seis veces desde el pasado verano, hizo referencia a la entrega en tres ocasiones diferentes de otros tantos sobres. Cada uno contendría unos tres mil euros. Ese dinero sería por salvar al establecimiento de incómodas visitas policiales o por alguna otra gestión irregular. El guardia civil solía ir acompañado a los clubes, pero cuando iba a recoger los sobres aparecía solo para que no hubiera testigos.

Algunas empleadas le atribuyeron, a su vez, entregas de dinero para arreglar los papeles. A lo largo de la investigación, la jueza recibió testimonio de decenas de mujeres que achacan al cabo comportamientos impropios de un agente de la autoridad. Muchas recurrieron a él para pedirle su colaboración para solventar problemas, especialmente relacionados con sus documentos de estancia en el país. Incluso le pidieron por familiares y amigos. Pero esas gestiones no eran gratis.

Aparentaba ser poderoso

La mayoría de las mujeres estaban en situación de desamparo y no tenían más remedio que acceder a lo que pedía el cabo, que, según muchos testimonios, se hacía pasar por jefe de Extranjería y en muchas redadas trataba de demostrar que él podía expulsar de España a quien quisiera. El guardia civil cobraba este tipo de favores con sexo que, presuntamente, reclamó telefónicamente en numerosas ocasiones, según varios testigos.

El cabo no actuaba solo. Además de tener conexiones con los responsables de los burdeles, también tenía sus enlaces en la comisaría de la Policía Nacional y en la Subdelegación del Gobierno.

Algunos de los proxenetas no dudaron en reconocer que les interesaba su amistad con Armando para tenerlo de mano, aunque para eso tuvieran que regalarle las copas en sus establecimientos. En algunos locales, nada más verlo aproximarse a través de las cámaras de vídeo, se ponían en marcha para facilitarle su estancia. Al parecer, no hay muchas referencias de que subiera a las habitaciones de los clubes a mantener sexo, pero sí son numerosos los testimonios de mujeres que lo sitúan en pisos de compañeras, especialmente de aquellas que carecían de documentación.