Un danés rastrea en O Grove el origen de su familia

Rosa Estévez Maruxa Alfonso VILAGARCÍA/LA VOZ.

GALICIA

El hombre tiene por apellido el nombre del municipio arousano del que salió, en 1790, el bisabuelo de su abuelo

13 oct 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Sus botas polvorientas y su bastón marcado en rojo con el nombre de un puñado de ciudades españolas lo identifican como peregrino. Pero en O Grove, dice Steen Grove Moeller, «no hay peregrinos, hay turistas muy bien vestidos, y yo me siento como un hippy». Aún así, este danés de ojos azules como un paquete de Ducados asegura sentirse como en casa en este finisterre del sur. No es de extrañar. Según sostiene, el hombre que en 1790 fundó la saga de los Grove en Dinamarca era un marinero meco que, en uno de sus viajes, «debió de enamorarse de alguna danesa guapa».

De aquel remoto antepasado -«era el bisabuelo de mi abuelo paterno», explica- poco sabía su familia. «Solo que era un hombre del norte de España, de un lugar con costa». Pudo haber llegado a Dinamarca enrolado en algún ejército o, como Steen se inclina a creer, a bordo de algún barco de pesca. Una vez instalado en aquel país, habría adoptado como propio el nombre de su pueblo natal, «tal vez para no olvidar de dónde venía». Pero lo cierto es que la historia de aquel primer Grove quedó oculta por el paso del tiempo. Hasta que Steen comenzó a darle vueltas a su extraño apellido, compartido en Dinamarca y Noruega por unas 1.300 personas más, e incluso por un pequeño pueblo de campesinos.

«En Danés, Grove no significa nada», cuenta. ¿De dónde surgió esa palabra?, comenzó a preguntarse Steen. Y el enigma empezó a interesarle tanto que se sumergió en una investigación que lo llevó a descubrir que en un rincón de la recortada costa gallega, al norte de España, había un pueblo marinero, O Grove, famoso por sus mariscos.

Este año, Steen decidió peregrinar a Compostela. Lo hizo empujado por el ansia de prolongar su viaje hasta esa pequeña localidad arousana en la que esperaba encontrar alguna conexión con su familia. De momento, desde O Grove ha tendido un puente hacia su pasado: nada más bajarse del autobús se dirigió a un hombre que arreglaba una dorna en el puerto para preguntarle dónde podía dormir. En medio de su charla, sin poder creérselo, se redescubrieron: se habían conocido 35 años atrás, en África. «Después de algo así, es imposible no creer en Dios».

Fue ese viejo conocido, Pedro, quien le explicó que en la península meca no hay nadie que se llame Grove. Pese a ello, el danés no se da por vencido, y seguirá buscando las huellas de su antepasado. Para hacerlo volverá a Galicia, y lo hará acompañado de sus nietos. «Quiero que conozcan esto», dice haciendo un gesto que abarca el horizonte de O Grove. «Y vendré para la fiesta», promete. Se refiere a la Festa do Marisco. «Una maravilla».