Tras las huellas del porco bravo

J.?C. SILLEDA/LA VOZ.

GALICIA

El embate salvaje del jabalí siembra la preocupación entre ganaderos y agricultores, que denuncian las escasas compensaciones que reciben por los daños sufridos

19 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Esther Lale se mueve por su finca de Silleda sin dificultad. Las cañas del maíz no molestan. Buena parte de las cinco hectáreas de cereal están abatidas en el suelo tras la entrada, un día tras otro, de una manada de jabalíes. Como si hubiera aterrizado una nave espacial. Mientras espera la visita de los peritos de Medio Rural no le queda otra que observar, día a día, cómo el bicho vuelve a alimentarse a su finca, con la que esperaba reducir los costes de su granja. «Este ano foi moito», comenta esta mujer, licenciada en Empresariales y cotitular de una explotación lechera. Cada año sufren, en mayor o menor medida, la visita del jabalí y hasta la fecha no recibieron ni un solo euro de compensación. «Xa din parte -explica-, pero dínme que están desbordados». Y mientras los técnicos no llegan, el bicho sigue entrando, sorteando el pastor eléctrico, derribando la alambrada, comiendo, destrozando.

Con los ataques de una semana, esta familia ha perdido la mitad del maíz que esperaba recoger, el complemento básico para la alimentación de los animales. «Se me compensan con dous mil euros, terei para o penso de dous meses». Esther, en medio de la desolación, expone la verdadera cara del fenómeno: «A Xunta non tomou conciencia do problema. Moito falar, pero tiñan que vir aquí. Estar só dous meses e ver o que é isto, porque non o saben».

Resulta extremadamente sencillo seguir la pista al bicho. Solo hay que preguntar y un ganadero te lleva a otro, una desesperación a la siguiente. En Laro, Arturo Taboada ya no esperó a los técnicos: «Dixéronme que tiña que agardar unha semana, pero se espero xa non hai millo». Así que, tras el primer ataque y con el maíz sin madurar lo suficiente, recogió y ensiló: «Botáronos no monte e agora son unha plaga». Arturo fue cazador y asegura que, en los años durante los que aún participaba en batidas, nunca mataron a ninguno. Como otros, este ganadero denuncia las escasas compensaciones y el problema del maíz atacado por el jabalí: «Logo as vacas non o queren. Chéiralles mal e non o comen». Una complicación más porque la cosecha de maíz no ha sido nada buena este año y las perspectivas para acudir al mercado son nefastas, con los incendios de Rusia y la presión del biodiésel como elementos encarecedores del mercado.

Cerca de allí, otro agricultor recuerda alguna incursión nocturna para espantar al bicho: «Fun unha noite cun veciño. El foi por riba para botalos e eu espereinos abaixo». Fue un desastre. Cuando los oyó, cuenta, disparó al aire y la camada salió hacia donde estaba él. Apenas disparó el segundo cartucho y los jabalíes casi le pasan por encima. «Non o fixen máis», sentencia.