Flavie, Laura, Antoine, Louise y Manon han cambiado el Lycée Jeanne D'Arc de Montaigude, cerca de Nantes (Francia), por el IES de Chapela. Son alumnos de primero y segundo de bachillerato que ayer, una semana después de aterrizar en Vigo, comenzaron las clases con entusiasmo y nervios. Ocuparán durante tres meses las plazas de cuatro compañeras viguesas que se alojan en las casas que ellos han dejado vacías -y a la inversa- y que también están en pleno proceso de adaptación en Francia.
Esta experiencia se lleva a cabo por primera vez este curso en cinco institutos gallegos. El principal problema, al menos de inicio, es el idioma. «Aquí nadie nos habla francés, solo las profes si no entendemos. Y soltarnos en castellano aún nos cuesta un poco», admiten.
Algunos conocían otras ciudades españolas, pero ninguno había estado en Galicia. «Esto es muy distinto, pero nos gusta», aseguran. ¿La mayor diferencia que encuentran? «Los horarios. Allí comemos a las doce, y aquí a veces acabamos a las cuatro», responden sin dudar. Por lo demás, se muestran encantados: «Tres meses son muy poco, estamos convencidos de que van a pasar volando».