Zapatero y Mariano Rajoy dan un aviso a Gayoso sin aclarar su posición

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID |

GALICIA

10 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Que la actualidad política y económica de Galicia y la de Madrid circulan por vías diferentes que rara vez confluyen es algo sobradamente conocido. Alguien que residiera en Galicia y leyera solo la prensa de la capital sería un analfabeto funcional en cuestiones gallegas y apenas podría meter baza en la charla diaria con sus compañeros de trabajo a la hora del café.

Para que en esas contadas ocasiones las vías de los dos trenes se crucen es necesario que alguien cambie las agujas. La semana pasada hemos tenido un buen ejemplo de todo esto. El miércoles, Zapatero y Rajoy se reunían en la Moncloa. Y con una tormenta económica sin precedentes azotando a España, en la agenda de la cita había solo dos temas: la ayuda a Grecia, ya pactada e inexcusable, y el futuro de las cajas de ahorros. Ese magro menú da una idea de la extraordinaria importancia económica que tiene para España la reordenación del sector de las entidades de ahorro.

Pues bien, esa crucial entrevista en la Moncloa se celebraba solo unas horas antes de que los directivos de las dos cajas gallegas se reunieran en Santiago con representantes del Banco de España para tratar de impulsar una fusión de cuyo éxito depende en gran medida el futuro económico de Galicia. Parece evidente que se trataba de una excelente ocasión para que el presidente del Gobierno y el líder de la oposición fijaran de manera indubitada su postura ante esa fusión, de forma que cuando los directivos de las cajas gallegas se sentaran por la tarde en Santiago supieran con claridad a qué atenerse. Pero no. Zapatero y Rajoy pretendían pasar por encima de esa cuestión sin establecer con rotundidad su posición. Algo que, por otra parte, llevaban haciendo desde el inicio del intento de fusión, para desesperación de Núñez Feijoo.

Fue necesario que La Voz de Galicia planteara la cuestión en Madrid en una multitudinaria rueda de prensa para que ambos accedieran a hablar claro. Y el más claro fue Rajoy, que mostró su estupefacción por el hecho de que la fusión pudiera acabar fracasando «porque un señor quiera ser presidente», en referencia a Julio Fernández Gayoso, el máximo directivo de Caixanova. Zapatero no fue tan rotundo, pero al planteársele la misma cuestión no dudó en pedir a Gayoso que esté «a la altura de su responsabilidad» en la fusión. Y ambos, por primera vez, dejaron claro que harían «el máximo esfuerzo» para que esa fusión salga adelante. De paso, Zapatero y Rajoy revelaron algo inquietante: que han hablado muchas veces en privado sobre la fusión de las cajas gallegas, pero nunca informaron públicamente del resultado de esas conversaciones.

La consecuencia de esa llamada conjunta al orden fue que cuando, horas después, los representantes de las cajas gallegas se sentaron a dialogar, el camino de la fusión comenzó a despejarse, aunque el presidente de Caixanova continúe intentando postularse para el cargo. Si Gayoso hubiera tenido claro desde el principio que no cuenta con el apoyo de Rajoy a su intento de presidir la nueva caja durante una década y que para Zapatero su presencia es irrelevante ante la importancia de la fusión, no se hubiera atrevido a plantear su órdago.

La conclusión es que hay políticos que parecen tener miedo a ejercer el poder que se les ha otorgado con el voto. Y que para que lo ejerzan, en ocasiones es necesario provocar su respuesta.