Arranca, once años después, el juicio por la muerte de dos deportistas en el río Mandeo

B. A.

GALICIA

Están acusados el monitor de la expedición y la minicentral que abrió las compuertas

30 abr 2010 . Actualizado a las 02:11 h.

Antonia Pena perdió a su único hijo, Juan Carlos González Pena, de 27 años, el 4 de julio de 1999, cuando participaba en un descenso por los cañones del río Mandeo en el que también murió Luis Manuel Cabezal, de 36 años, que dejó viuda y dos hijas de corta edad. Los juzgados de Betanzos celebraron ayer un juicio que las familias llevan once años esperando y en el que diversos testigos relataron cómo se produjo un accidente que, para la acusación, fue el fruto de numerosas imprudencias.

La defensa de las víctimas acusa al monitor que comandó la salida de un delito de imprudencia, ya que se quedó a solas con un grupo de trece personas, cuando la ratio recomendada si se trata de aficionados

es de un responsable por cada tres. También reclaman una multa para los responsables de la minicentral eléctrica de La Castellana (en el municipio coruñés de Aranga) por abrir las compuertas para convertir el caudal del río en una cascada, que arrastró a los dos fallecidos a un pozo conocido por los lugareños como Poza do Mel y por el que incluso las ramas que terminaban en esa zona «desaparecían rápidamente», según aseguró uno de los letrados en la vista.

Otra muerte

La acusación intenta probar que ni Fenosa ni la firma a la que tiene arrendadas las instalaciones, Navarro Generación, cumplían la legislación, porque solo tenían un cartel para alertar de las crecidas «aleatorias y automáticas» de este tramo del río. De hecho, recuerdan que dos años antes de este accidente otro joven pereció de la misma forma y el caso terminó con una sentencia condenatoria.

Durante las siete horas que duró la vista de ayer declararon tres participantes en la expedición y recordaron que cuando el caudal comenzó a crecer el monitor los apremió para terminar la ruta cuanto antes. De hecho, uno llegó a sufrir un percance instantes antes de que sus compañeros se ahogaran: «De repente nos dijeron que faltaban dos personas y ya vimos flotando sus cascos», relató Juan Carlos Villada, que, al igual que el resto de la expedición, tiene claro que «nadie los alertó del peligro» de practicar un descenso por el río en las inmediaciones de una minicentral que abría sus puertas de forma imprevisible, gracias a un sistema automático que solo mide el caudal del río.

Los abogados de la defensa recuerdan que este juicio se ha suspendido en cinco ocasiones, después de otros cinco años en los que se alargó la instrucción del caso. Incluso se ha solicitado la recusación de la jueza, algo que rechazó la Audiencia Provincial de A Coruña. La defensa, que cree que la jueza está «contaminada», volvió a intentar ayer que algunos de los delitos se declaren prescritos.