Los narcos emigran a África o retoman la pesca ante la falta de descargas en Galicia

GALICIA

La presión policial en Arousa obliga a los transportistas a reconvertir su actividad

25 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Se les puede ver los lunes al sol. Como en aquella película de Bardem y Tosar, los narcos gallegos sestean ahora en las terrazas, sin nada que hacer. Esperando trabajo, como cualquier parado del naval vigués.

Hace un año que se desarrolló la operación Tabaiba, ese dispositivo policial que supuso un antes y un después para el narcotráfico galaico. Se detuvo a 30 personas y se desmanteló la infraestructura de la que disponían los narcotransportistas para las descargas de droga. Desde entonces no hay mercancía en Galicia. Lo dice la policía, lo dicen los fiscales y hasta lo destacó Carmen Avendaño, la fundadora de Érguete, en la cumbre de drogas que se celebró esta semana en Lugo.

Por eso, los peones del sector están en el paro. Cobraban por descarga, pero eran tales los beneficios de cada jornada de trabajo que les daba para vivir a pierna suelta solo con que salieran al mar un día al mes. Muchos tenían su licencia de pesca, o su pérmex de mariscadores de los que no hacían uso porque nadaban en la abundancia. Ahora las tornas han cambiado. El sector está sufriendo también una fuerte crisis y una profunda reconversión, lo que los obliga a salir de nuevo a la mar, pero ahora a por sardina, que no da los mismos beneficios. A los pescadores de la ría de Arousa, los de verdad, les sorprende encontrarse en el cerco con jóvenes que hacía años que no cogían un aparejo. «Todos os coñecemos, pero de non ser así, xa se sabería quen son, porque veñen coa roupa nova e de marca», dicen con retranca.

Más salidas en el sur

La pesca es el recurso al que se acogen los transportistas que no quieren abandonar la ría. Los más aventureros optaron por emigrar al sur, e incluso a África, donde se trabaja con más impunidad. No hace mucho que en Andalucía fueron detenidos dos guardias civiles a los que se acusaba de pasar información a un grupo de narcotraficantes gallegos que fueron sorprendidos cuando trataban de introducir en la Península un cargamento de cuatro toneladas de hachís procedente de Marruecos y que iban a ser distribuidas en el mercado español. No fue una casualidad. El Grupo de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado (Greco) de Galicia ya les seguía la pista, lo que quiere decir que ni siquiera fuera de las fronteras gallegas están siempre en puerto seguro los que hicieron un negocio de la descarga de droga.

En países africanos como Guinea o Senegal es más fácil establecerse. Hasta allí no llegan los controles de los agentes españoles, ni siquiera de las agencias de investigación de ámbito internacional. La miseria de sus habitantes y la corrupción policial y política es el principal caldo de cultivo para que las redes de narcotráfico hayan situado allí sus bases de operaciones, desde las que distribuyen a Europa la droga procedente de Sudamérica. El dueño de un local de ocio de Vilagarcía lo reconocía hace unos días. «Perdí cuatro buenos clientes -se lamentaba-. Se establecieron en África, donde incluso tienen una nave».

Son, con todo, los naipes de menos valor en la baraja, los que se ocupan de labores de escasa responsabilidad. Porque al margen de la fuerte vigilancia policial, la crisis en la que está sumida el narcotráfico gallego tiene otro problema de más difícil solución: la falta de credibilidad. Hubo demasiados fallos últimamente, por eso los suministradores de la mercancía han llegado a la conclusión de que los gallegos ya no son de fiar.