«Tengo un hijo y quiero ayudarle con los deberes al salir de la cárcel»

GALICIA

Unos 250 presos de Teixeiro asisten a clases en la escuela de la prisión coruñesa

14 feb 2010 . Actualizado a las 05:08 h.

A simple vista, podría parecer el pasillo de un instituto cualquiera. Acaba de sonar el timbre y los alumnos han salido de las aulas para charlar un rato entre clase y clase. Algunos visten ropa deportiva, como chavales de secundaria, y, de hecho, a sus 20 o 21 años los días en que bajaban al recreo no deberían quedarles tan lejos. Pero hay detalles que confieren a este centro educativo un carácter singular. Pupitres y sillas están fabricados por entero en plástico rígido. Las ventanas están enrejadas, igual que el techo del pasillo. Y las puertas se cierran con un estruendo metálico demasiado contundente para tratarse de un instituto.

La escuela de la prisión de Teixeiro quizá no haya sido bautizada con el nombre de un escritor o de un eminente científico -la denominación oficial del centro es Educación para Adultos Público de Teixeiro-, y la omnipresencia de barrotes es un recordatorio permanente de la naturaleza carcelaria del recinto, pero alumnos y docentes se esfuerzan para que la normalidad rija la actividad en las aulas. Los primeros, 214, se olvidan durante unas horas de la rutina del módulo y tratan de tener la cabeza ocupada con las clases. Los doce profesores saben que cuanto más aproximen la jornada a la de cualquier instituto, mejores serán los resultados. «Como se fora un centro normal, con profesores normais e clases normais, seguindo un programa para adultos», resume María Jesús Amado.

De evasión a aprendizaje

El sistema está dando sus frutos. «Nunca tanta xente veu á escola, e o que é unha pena, nunca tanta xente houbo nas listas de espera». Desde la celda 58 del módulo 2, Luis Miguel Rivas Gómez sintió la necesidad de relatar la ilusión que experimentaba en las clases, a las que inicialmente se había apuntado como una forma de evadirse, pero que a raíz de un cambio casi completo del profesorado se convirtieron en mucho más que un pasatiempo. Lo hizo a través de una carta que envió a este periódico, en la que aprovechaba para comunicar su agradecimiento a unos maestros novatos «pero con moitas ganas de facer as cousas ben e sobre todo de axudarnos a nós e facernos a condena máis levadeira». En el pasillo del módulo sociocultural que alberga las aulas, Rivas reitera su admiración por los «doce magníficos», como califica a los profesores: «Esta xente ten gañado o ceo». Su llegada a Teixeiro -«aínda que se dixera algo malo dos que estaban antes mentiría», precisa- se ha traducido en una reactivación de las clases que hasta ha dejado una lista de espera de 185 presos.

Otros alumnos confirman la impresión de Rivas. «Si alguien puede sacarme una sonrisa, son ellos», dice Gregory. Para Mari Luz Piñeiro, la clave está en el trato. «Saben como somos, no se asustan. Con vernos la cara ya saben si tenemos un día malo o no». «Para nosotros es importantísimo ver que gente que viene de fuera nos trata como personas normales», añade su compañero de pupitre Manuel Medina. Por encima de todo, valoran la oportunidad de dialogar que les brindan los profesores.

Coche escoba en el pasillo

El director de la escuela, José Antonio González, y el jefe de estudios, Juan Luis García, hacen de «coche escoba» para que los alumnos no alarguen el tiempo en el pasillo entre timbre y timbre más de lo necesario. González ya lleva años en Teixeiro. En 1990 opositó al cuerpo de maestros de EGB de Instituciones Penitenciarias -hoy desaparecido- y le asignaron la prisión provincial de A Coruña para hacer sus prácticas. Le llamaba la atención ver cómo llegaban drogadictos «totalmente demacrados» y observar su recuperación física y psicológica mientras cumplían condena. «A maioría estaban alí por delitos menores e saían ao pouco tempo, só para volver máis tarde. Algúns cando marchaban xa me dicían que lles gardara os libros», recuerda. Teixeiro es diferente. La ubicación de las aulas en el módulo sociocultural le otorga a la escuela un espacio diferenciado en la cárcel, aunque los alumnos que siguen programas de desintoxicación, 46 personas, reciben las clases en el llamado módulo terapéutico.

Precisamente ese carácter de encuentro que asume la escuela es atractivo para muchos internos. «Es una ocasión para relacionarte, para ver a todos los presos, no solo los de tu módulo», describe Mari Luz Piñeiro. El tiempo pasa muy despacio y tener la mente ocupada entre las 9.00 y las 13.30 es una bendición. «Calquera cousa menos estar no módulo. Alí toleas», explica Rivas, quien vive la sensación contraria a un escolar típico: mientras ellos desean que lleguen las vacaciones de verano, él quiere que terminen para volver a las clases. «Es una oportunidad para olvidar, para no volverse loco», remarca Gregory.

Y para recordar. «En las clases vuelvo a aprender cosas que di en el colegio y que tenía olvidadas», señala Mari Luz Piñeiro, que no solo piensa en el pasado, sino también en el futuro: «Tengo un hijo de 8 años y cuando salga de la cárcel también quiero ayudarle con los deberes». «Te sientes mejor, puedes desenvolverte mejor», apunta Medina. En Teixeiro se puede cursar primaria y secundaria. También se prestan clases de apoyo a los alumnos del bachillerato a distancia -dependiente del Instituto San Clemente, de Santiago- y se imparten castellano y gallego a extranjeros.

Además, se organizan talleres dedicados a prensa o representaciones de teatro. El año pasado pusieron en escena Auto do Entroido, de Manuel Lourenzo González. Fue un éxito a nivel individual y colectivo. «Nadie se esperaba que mi marido fuese a actuar tan bien», recuerda Mari Luz Piñeiro. Para la siguiente pieza en preparación hay 60 personas apuntadas. «E iso que todas as obras que facemos teñen coro», dice María Jesús Amado. La oferta se completa con talleres de orientación laboral y reinserción social, además de salidas a colegios, dentro del programa «Aprender no cárcere». Rivas, por ejemplo, fue a Curtis y Cariño, donde habló con los escolares sobre su experiencia como alumno en prisión y los motivos que lo llevaron a Teixeiro. «Non é igual a que lles fale sobre a droga un educador social, por exemplo», dice Amado.

La experiencia pesa. Para bien y para mal. Es algo que se nota en las clases. «Preguntan moito máis que os alumnos habituais de primaria e secundaria, e todo o relacionan coa súa experiencia», relata Jesús Curros. Al final, las propias clases también se sumarán a sus experiencias. Y dejarán un recuerdo positivo.