El decreto del gallego también se fue de viaje

M. B.

GALICIA

30 ene 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

En menos de 24 horas, Feijoo hizo más de 600 kilómetros en el coche que sustituyó al Audi, visitó el Centro Galego de Lisboa, se reunió con Cavaco Silva, almorzó con 200 empresarios, tuvo un coloquio con ellos y mantuvo un encuentro de trabajo con José Sócrates, primer ministro portugués. Un programa institucional fugaz como el gesto de un karateca, que evoca el ritmo vertiginoso de Fraga y recuerda, de algún modo, a aquel programa turístico japonés que invitaba a ver a Europa en tres días.

En poco menos de una jornada Feijoo ha tenido tiempo para saber que los gallegos de Lisboa se quejan de la poca presencia institucional de la Xunta en la capital lusa (otros Gobiernos autónomos ha abierto su sede). El viaje también le ha servido para ver que la pegajosa actualidad gallega lo ha perseguido de manera implacable allá donde ha ido. Ayer, sin ir más lejos, una parte del coloquio con los empresarios en el almuerzo organizado por la Cámara Luso Española se asemejó más a una rueda de prensa del Consello de la Xunta que a un debate de análisis. Hasta le preguntaron por el decreto lingüístico. Y Feijoo, hábil en las distancias cortas, supo salir airoso de algún que otro trance embarazoso. Lo que en Galicia puede sonar ya repetido, en Lisboa parece novedoso. Y allí apareció el tercio de inglés, el tercio de gallego y el tercio de castellano. Y un guiño al auditorio porque el presidente, al igual que hiciera en Galicia, recordó que el portugués debería ser la segunda lengua extranjera estudiada en la comunidad. También le trasladó a los empresarios su frustración de haber vivido en un sistema educativo que le impidió estudiar inglés.

Cuando había ganado ya la complicidad del auditorio, la muiñeira desplazó de nuevo al fado, y en vez de los asuntos de su viaje a Portugal, se le inquirió por el eventual recurso de inconstitucionalidad que prepara el Gobierno contra la ley gallega de cajas. Feijoo, esta vez, fue parco en palabras. Igual que pocas horas después, tras su encuentro con Sócrates, donde se negó a reaccionar ante una pregunta. Hoy toca hablar de otra cosa, vino a decir. Pero el viaje a Portugal ya casi se había acabado.