AVE a Oporto: seis años y ni un solo proyecto aprobado

GALICIA

España y Portugal se comprometieron en el 2003 a finalizar la conexión en el 2009

17 sep 2009 . Actualizado a las 02:08 h.

Aunque las declaraciones de la candidata conservadora portuguesa han reavivado el interés por la línea de alta velocidad entre Galicia y Portugal, lo cierto es que tras más de seis años de tramitación poco es lo que ambos países pueden ofrecer en lo que respecta a esta línea de alta velocidad. El origen de esta conexión habría que rastrearlo en los compromisos del Plan Galicia, en enero del 2003, cuando se decidió impulsar formalmente el eje atlántico de alta velocidad hasta la frontera natural que marca el Miño, aunque ya se había encargado el estudio informativo en el 2000.

El compromiso inicial entre ambos Gobiernos se fraguó en la cumbre hispanolusa celebrada en Figueira da Foz, cuando el optimismo reinante en ambas delegaciones acabó con un sorprendente anuncio: el AVE entre Galicia y Oporto estaría acabado en el 2009.

Pero cuando apenas quedan tres meses y medio para que termine el año referido, las cosas están poco más avanzadas que aquel día que Aznar y Barroso pusieron negro sobre blanco una fecha imposible. Aunque Fomento dice ahora que hará los deberes sea cual sea la decisión del Gobierno portugués, lo cierto es que la salida sur de Vigo se está replanteando con un estudio adicional y el tramo O Porriño-Tui aún está pendiente de la declaración de impacto ambiental. Por tanto, todavía no hay ningún estudio aprobado sobre el que licitar los proyectos y las obras.

En el caso portugués, no hay muchas más alegrías que contar, aunque al menos ya se han publicado los estudios de los tramos Sá Carneiro-Braga/Barcelos y Braga/Barcelos-Valença do Minho. Pero también están pendientes del análisis ambiental, un procedimiento que, tanto en España como en Portugal, suele utilizarse como coartada para demorar proyectos que no se consideran prioritarios o para los que, simplemente, no hay dinero.

Tras años de lenta tramitación, la impresión es que los dos países esperan que sea el otro el que dé el paso decisivo. Para paralizarlo o para impulsarlo.