Arquitectos, contables y agentes de viajes, en la cola del paro de Dublín

La Voz

GALICIA

26 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

La tasa actual de paro en Irlanda, del 11,4%, no es alarmante si se compara con el 17% español (supera por poco al 10,9% de Galicia). Pero sí es una gran amenaza para un país pequeño, con una elevada nómina de funcionarios, y en el que las prestaciones por desempleo son muy pobres, en relación a los salarios.

Y lo que más preocupa a los irlandeses son las previsiones. El país llegará el año que viene a los 500.000 desempleados (más del 17% de la población activa), según ha pronosticado el propio Gobierno. Y la mayoría de los trabajadores que acaban en la cola del paro son víctimas del parón de la construcción.

De lo poco que preocupaba la pérdida del puesto de trabajo en Irlanda habla bien el hecho de que en Dublín (1,5 de los 4,2 millones de habitantes del país) solo hay dos oficinas de empleo. La principal, que atiende a los distritos 1, 3 y 9, está en Cumberland Street. Son las nueve menos cuarto de la mañana, llueve en la calle, y en la cola hay ya medio centenar de personas, unas más habituadas a verse en este trance, otras novatas. Abul, que llegó hace ocho años a Dublín procedente de su país, Bangladés, para trabajar como aparejador, lleva cinco meses viniendo a esta oficina. Cuando las afueras de la ciudad eran un enjambre de grúas, él llegó a tener dos empleos. En el último llevaba tres años, pero después de Navidad la empresa dijo hasta aquí hemos llegado. Ahora espera encontrar un nuevo empleo antes de que le venzan los nueve meses de paro (el tope es un año) a los que tiene derecho. Cobra la paga más alta, 204 euros a la semana, casi diez veces menos que trabajando. Si no lo consigue, se planteará hacer lo mismo que otros colegas: viajar al desierto de Dubái, a cuyos rascacielos parece no haber llegado aún la tormenta subprime .

Iona, de treinta años, está en la calle desde enero. La agencia de viajes en la que trabajaba comenzó a notar el bajón el verano pasado. Esta primavera, le dicen los compañeros que aún siguen, se dedican sobre todo a cancelar reservas. La preocupación de Iona es Nicolás, un niño de dos años. Al tener el crío, el Gobierno le ha dado una vivienda protegida. Espera la cola para fichar (es la forma de que le den un número para ir una vez a la semana a por su paga a Correos), porque no tiene ninguna fe en que en la oficina del paro le encuentren un trabajo. En cualquier caso descarta regresar a su Albania natal, de la que emigró hace once años.

En la cola son mayoría los rumanos y polacos (la mayor colonia de inmigrantes). La cuota irlandesa la pone John Marter, que trabajó en una fábrica de la Fiat hasta que cerró hace diez años. Desde entonces tuvo varios empleos: vigilante de seguridad, taxista... Lleva en el paro desde hace un año, pero a finales de este se jubila. «El problema son estos jóvenes -explica-. Nosotros ya no tenemos edad de trabajar».

Al drama de Abu, Iona y John se suman quinientos irlandeses cada día. Katheleen O'Donnel, directora de la oficina de Cumberland Street, ha visto de todo en los últimos meses: «Vienen contables, arquitectos, gente que llevaba toda la vida trabajando, se nota que pasan vergüenza y a veces a alguno se le escapa alguna lágrima».