El Rey supervisa en Ferrol el simulacro de rescate de un piloto

A. Vellón / B. Couce

GALICIA

Infantes de Marina desplegaron ante el monarca un operativo que recreaba desde la acción de francotiradores hasta el asalto de instalaciones enemigas

18 sep 2008 . Actualizado a las 13:06 h.

Fueron apenas diez minutos de disparos de fogueo, vertiginosos desplazamientos de 85 metros de distancia en tirolinas, neutralización de enemigos... Atrás quedaban muchas horas de trabajo para que una veintena de infantes de Marina recreasen ayer en el cuartel del Tercio Norte de Ferrol una espectacular operación de rescate de un piloto en territorio enemigo.

Todo tenía que salir a la perfección. Y así fue. No era para menos. El rey Juan Carlos se desplazó hasta la ciudad naval para, con este ejercicio, supervisar la capacidad de actuación de la denominada Fuerza de Protección de la Armada, formada por soldados repartidos en acuartelamientos de Ferrol, Cádiz, Las Palmas, Cartagena y Madrid. Ayer había presencia de todas esas unidades, hasta congregar a casi medio millar de soldados. Tras pasar revista a las tropas y que estas desfilaran ante él, Juan Carlos I asistió a un operativo al que, finalmente, dio su visto bueno.

De repente, silencio

En el histórico cuartel ferrolano de Dolores, poco después del mediodía, se pasó de repente del murmullo de las charlas distendidas tras las primeras ceremonias a un silencio expectante. En el patio, bajaba de un vehículo el supuesto piloto abatido sujetado por dos enemigos que, entre golpes, lo introdujeron en una amplia tienda de campaña que hacía las veces de instalación rival.

Acto seguido, comenzó la misión de recuperación del rehén. Oculto en una zona elevada, un francotirador camuflado abría fuego -siempre fingido- sobre dos vigilantes que custodiaban el lugar en el que se encontraba retenido el piloto. Los disparos fueron certeros y cayeron.

En un abrir y cerrar de ojos, por una tirolina se descolgaron un grupo de infantes de Marina armados con fusiles de asalto, también camuflados y equipados con cascos, guantes y pasamontañas. Uno de ellos portaba a sus espaldas un pastor alemán, que jugaría un papel determinante en la reducción de otro de los supuestos enemigos, que todavía permanecía en el vehículo en el que se trasladó al prisionero.

Los soldados, posteriormente, accedieron al interior de la tienda de campaña y el piloto ya se encontraba, de nuevo, en manos amigas. Bajo una lluvia de fuego cruzado, con la misma rapidez que marcó todo el ejercicio, tres vehículos entraron a toda velocidad en el escenario para iniciar la retirada.

Lo primero, como siempre, proteger. El objetivo era puesto a salvo y los furgones comenzaron a retirarse mientras los últimos compañeros los cubrían con disparos y cortinas de humo para dificultar la visibilidad de aquellos que intentaban frustrar el rescate. Como era de esperar, todo llegó a buen puerto.

Lo de ayer en Ferrol fue solo un ejercicio, aunque los infantes de Marina de la Fuerza de Protección de la Armada también tienen que enfrentarse a misiones reales. De hecho, fueron los integrantes de una de las unidades especiales del Tercio Norte de Ferrol, embarcada en la fragata F-104 durante unas maniobras, a los que les tocó acceder al atunero Playa de Bakio tras ser secuestrado por piratas en aguas de Somalia. Solo es un ejemplo de su actividad, que incluye muchas otras misiones, como la salvaguarda de instalaciones y navíos de la Armada, la principal, o la participación en tareas de seguridad en Bosnia bajo mando de la UE.

Un brindis distendido

Tras la acción, llegó un distendido brindis a cargo, primero, del almirante jefe del Estado Mayor de la Armada (Ajema), el almirante general Manuel Rebollo, seguido por el del propio monarca, que alabó la labor de la Infantería de Marina. En ese acto, también en el cuartel de Dolores, se encontraban ya autoridades civiles como el presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, la presidenta del Parlamento gallego, Dolores Villarino, el delegado del Gobierno, Manuel Ameijeiras, y el alcalde de Ferrol, Vicente Irisarri.

Como es habitual, don Juan Carlos suavizó el protocolo para recorrer todas las mesas del salón y saludar a sus integrantes. Ayer, por agenda, no pudo visitar en Navantia el barco que lleva su nombre, el mayor de la Armada. En tono bromista, no ocultó que había tenido que esperar muchos años para que se le dedicase un navío de guerra y que, por lo tanto, no se iba a bautizar como Juan Carlos I un buque pequeño. También se mostró seguro de que habrá barcos de la Marina en honor de la Princesa de Asturias y para las infantas Leonor y Sofía.