Un fuerte víctima de la desidia

X.??V. Gago / C. Toimil

GALICIA

No hicieron falta enemigos para destruir la batería de Prioriño, bastó el abandono de años para transformarla en una ruina

30 mar 2008 . Actualizado a las 03:00 h.

Raíles para transportar munición, puntos fuertes camuflados, amplias redes de túneles, troneras, búnkeres... las baterías de Prioriño transportan al visitante a otra época. Son enormes complejos militares que custodiaban la entrada de la ría de Ferrol, una de las bases más importantes de la Armada ahora y a principios del pasado siglo. Llegar hasta ellas y explorarlas también transporta al visitante a otra época que no se acaba de ir, la de las corredoiras.

Para alcanzarlas hay que llegar a Doniños, por la vía que lleva a Penencia, y luego desviarse y seguir la carretera del puerto exterior de Ferrol. Una tarea compleja porque, aunque casi no caben dos turismos a la vez, es posible encontrarse de bruces con un camión grúa de ocho ruedas y bastantes más toneladas.

Otra posibilidad es toparse con un animal, desde conejos a jabalíes. Las faraónicas obras del puerto exterior expulsaron a muchos de esos habitantes, que prefirieron trasladarse a zonas más tranquilas.

Antes de llegar a la batería en sí hay varias construcciones que un día debieron de ser cuarteles y casamatas. Son construcciones de piedra, muy sólidas, pero arruinadas por dentro, llenas de basura y con los tabiques, las puertas y las ventanas destrozados. A veces hay caballos en su interior, y siempre se encuentran restos de su presencia.

Visitar los túneles es interesante, pero peligroso. No hay luz, son estrechos y es fácil resbalar por la humedad y el barro. Muchos están cruzados por los raíles de las antiguas máquinas de transporte de munición y, a través de ellos, es posible alcanzar los huecos, de la altura aproximada de un cuarto o quinto piso, donde iban instalados los cañones de la batería.

Para los paseos por la superficie esos agujeros son un peligro, no están indicados de ninguna manera y los pequeños, empleados para subir la munición hasta las armas y por los que cabe una persona, son difíciles de distinguir en medio de la noche.

Las pintadas y la basura están por todas partes, ni siquiera los túneles se salvan. Hay de todo; somieres quemados, zapatos de niño, tazas de váter, sábanas, ropa, electrodomésticos, piezas de coche... Los desperdicios y la oscuridad son una peligrosa combinación para los visitantes. También están por todas partes los restos de presencia militar, sobre todo en los carteles e indicaciones que todavía no han sido arrancados o rotos.

Otra opción es ascender al observatorio de Monte Ventoso, desde donde se tiene una de las mejores vistas posibles de la costa de Doniños. Para llegar es mejor dejar el coche, la distancia no es mucha y la carretera es terrible. Es muy sencillo quedarse tirado por una avería.

El observatorio, pese a su difícil acceso, es un lugar concurrido. Está lleno de grafitos y sorprende el trasiego de visitantes, aunque pocos tienen aspecto de turistas de hotel de lujo.