Sin volante, sin tiempo y sin aliento

Alberto Magro

GALICIA

Los médicos y enfermeras de Vigo empezaron ayer a hacer la ruta de visitas a pacientes a pie para exigir al Sergas que compense los gastos de viaje o compre una flota de coches

19 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Los médicos y enfermeras se han hartado de gastarse los cuartos para llegar a los domicilios de los pacientes. Dicen que no es justo, que el coche lo ponen ellos. Y el seguro, el billete del párking, la gasolina y las multas, también. Por eso están cansados. Y, aunque parezca un contrasentido, para dejar patente su cansancio, caminan. «No utilizaremos nuestro coche como hasta ahora e iremos andando a hacer la ruta de visitas a domicilio», resume Carmen García, responsable de Satse, uno de los sindicatos convocantes de esta huelga de volantes caídos.

Así que, o llegan a pie, o no llegan. «Cansa más así y se pierde mucho tiempo, pero es la opción que queda», argumenta Gloria López, maletín en mano, a la puerta del centro de salud vigués de la calle Rosalía de Castro. Ha quedado allí con La Voz, pero una paciente la espera al otro lado de la ciudad, en la calle del Cristo, en el barrio de O Calvario, justo al final de una de las cuestas más empinadas de la capital gallega de las cuestas. «Iré en autobús, porque andando sería una paliza horrible», avisa Gloria, que reclama heterodoxia en la aplicación de la protesta antes de empezar a subir el primer tramo de una pendiente digna del Tour.

Lleva zapatos y pantalones cómodos, que andar ahorra gasolina, pero funde mucha suela y apaga el aliento. «Si tuviera que subir toda la cuesta andando por Urzaiz me llevaría una hora», se justifica la enfermera, antes de montarse con su maletín en el autobús urbano. «No siempre hay tanta suerte. Muchas veces no hay posibilidad de coger el bus. Una vez me tocó ir a ver a una paciente en el monte dos Pozos, en Valadares (una parroquia del rural muy alejada del centro). Fui un trecho en bus, pero luego me tocó subir sola por el monte a las ocho de la mañana. No podía ni llamar a un taxi, porque no sabía decirle dónde estaba, y como no me voy a comprar un coche para trabajar para el Sergas, pues hice dedo y a la vuelta me trajo una chica», relata de camino a su paciente del Calvario.

«No nos da tiempo»

La cura llevará poco más de un cuarto de hora, pero cuando acabe habrá invertido casi dos horas. «Luego llegas al centro de salud y está todo retrasado, pero si no nos ponen medios de transporte, no da tiempo», reflexiona Gloria, que hace una media de tres salidas a la semana. Son pocas, pero entre los 691 médicos y enfermeras vigueses que se desplazan a domicilio, figuran muchos que echan media jornada en la carretera. «Hay gente en Gondomar o en Crecente que pasa consulta dos horas y luego emplea otras seis en ir a domicilios -denuncia Malules Carbajo, del sindicato de enfermería Satse-. Hacen hasta 80 kilómetros al día con su coche sin recibir nada a cambio».

No es el caso de Gloria López, que tras salir a las 13.30 de la consulta llega a las 14.15 a la casa de su paciente. «La gente no toma mal los retrasos, pero para ellos es un fastidio también». Veinte minutos después, el trabajo está hecho. Ya solo toca volver. Ahora es cuesta abajo, pero, sin volante, siguen siendo tres kilómetros de zapatilla. Suficientes como para perder el aliento.