Ferroatlántica cierra el grifo

Textos: Eduardo Eiroa

GALICIA

La cascada de Ézaro es una de las pocas del mundo en las que para hacerse unafoto ante ella hay que consultar los horarios, como en los trenes. La empresaque gestiona el aprovechamiento del río la abre sólo unas horas a la semana

12 ago 2007 . Actualizado a las 12:40 h.

La cascada de Ézaro bien podría haberse convertido en un pequeño Niágara gallego. Su fama la precede. Por el granito pulido que empieza a esbozar la base del monte Pindo bajaba el Xallas hasta el mar, que se cuela tierra adentro. Era el único río de Europa que desembocaba en forma de cascada en el océano. La estampa era espectacular. Aún lo es, si uno tiene la suerte de llegar a tiempo a verla. Porque el río Xallas ya no se descuelga a través de las rocas más que durante unas horas los fines de semana de verano, para gozo de los turistas que coinciden allí.

Ahora el agua fluye por unos tubos a morir abajo, al nivel del mar, después de convertirse en euros en una turbina de la empresa Ferroatlántica, concesionaria de la explotación hidroeléctrica del Xallas. En millones de euros.

Cuando el agua suena, la empresa no factura. Así que la cascada ruge más bien poco. El paraíso natural de la desembocadura del Xallas estuvo mudo durante años, hasta que la presión de ecologistas y vecinos logró que la Xunta y la empresa llegaran a un acuerdo para no acabar del todo con el paisaje. Así que de las 8.760 horas que tiene un año, la empresa tiene la gentileza de dejar que el río desemboque tal y como lo hizo siempre durante unas 48 horas. Dos días de 365. Y alguno más cuando el embalse se llena por la lluvia y hay que evacuar aguas.

Una referencia

En la Costa da Morte el punto más visitado es el cabo Fisterra. Unas 600.000 personas pasan cada año por allí. La cascada de Ézaro es otro de los puntos de referencia, pero la belleza natural del lugar ya no mueve masas. Porque cuando Ferroatlántica cierra el grifo se acaba el espectáculo. Y la empresa lo abre más bien poco.

Eso sí, cuando lo abre, la vieja cascada se convierte en una especie de fenómeno circense. La Diputación de A Coruña echó una mano poniendo una pasarela de madera para ofrecer mejores vistas. Y los turistas se agolpan, cámara en ristre, para sacar unas fotos antes de que el agua se acabe. Un par de horas los sábados y domingos por la mañana entre junio y septiembre y una más por la noche, los sábados, en un nuevo show.

Y es que desde el año pasado al paraíso natural que evoca dioses legendarios y leyendas remotas le han puesto luces. Concretamente 26 potentes proyectores, que iluminan el mar y el torrente como si de una piscina privada se tratara. El sábado de la semana pasada cientos de personas se agolpaban en Ézaro para ver el espectáculo. Primero el chorrillo, luego el torrente con el juego de luces. Y así durante cerca de una hora. Después la cascada volvió a recuperar el silencio. Y los turistas se fueron. Cuando abrió la cascada por vez primera en el año 2000, una asociación local se dedicó a calcular el movimiento de turistas: más de 1.500 personas se acercaban al lugar cada fin de semana. El resto de los días, sin agua que mostrar, no había nadie.

Pese al más que evidente impacto de la desaparición de la desembocadura natural del Xallas en la zona, poco ha hecho Ferroatlántica para compensar la situación. De hecho, la pasarela de madera hasta la base del salto la pagó la Diputación coruñesa.

Hace cinco años el dueño de la empresa, Juan Miguel Villar Mir, se comprometió a abrir un museo eléctrico en la zona y a tapar los antiestéticos tubos de acero que recorren el monte con el río canalizado. Se puso de plazo un año. En Ézaro aún están esperando. Eso sí, el empresario ha logrado permisos para hacer nuevas minicentrales.