Ninguna de las cinco muestras analizadas para autentificar la supuesta calavera del músico de Salzburgo guarda parentesco con otra, lo que deja sin resolver el misterio.
09 ene 2006 . Actualizado a las 06:00 h.El 250 aniversario del nacimiento de Mozart, que se celebra el próximo día 27, ha desatado la fiebre por los objetos y reliquias pertenecientes al compositor de Salzburgo. El más importante de ellos es un cráneo que se conserva en su ciudad natal y sobre cuya autenticidad pesan toda clase de misterios. Un sofisticado estudio de ADN mitocondrial, llevado a cabo por el equipo de medicina forense de Innsbruck, sigue sin arrojar luz sobre la leyenda y mantiene en el más absoluto de los secretos la identidad de su dueño. El ADN de dos dientes extraídos de la calavera ha sido comparado con los de dos antepasados del músico, su sobrina Jeanette y su abuela materna, Euphrosina Pertl. Los datos también se contrastaron con los de dos mechones de pelo que supuestamente pertenecieron a Wolfgang Amadeus. Para sorpresa de los investigadores, ninguna de las cinco muestras analizadas coincide con otra. El estudio ha revelado que quienes descansan en el panteón familiar no tienen ningún parentesco con quienes un día fueron dueños del cráneo y de las dos muestras de cabello. Los resultados del estudio fueron confirmados posteriormente por el Laboratorio Central de las Fuerzas Armadas norteamericanas, encargadas del peritaje. Aunque un monumento funerario rinde homenaje a Mozart en el cementerio Saint Marx, nunca se ha podido determinar a ciencia cierta el lugar exacto donde fue enterrado el autor de Las bodas de Fígaro . La confusión surge del momento mismo de su muerte, el 5 de diciembre de 1791 a los 35 años, y su solitario entierro. Por aquel entonces, el emperador José II prohibió las inhumaciones dentro de las iglesias por razones de higiene y ordenó que éstas se celebraran fuera de los muros de Viena en el llamado «ataúd de ahorro», un recipiente comunitario cuyo fondo se abría para depositar el cadáver en una fosa común y envuelto tan sólo en un sudario. En el entierro de Mozart, la nieve y el frío hicieron que la comitiva de familiares y amigos que acompañaba al genial compositor se diera media vuelta a las puertas de la ciudad, por lo que sólo los enterradores conocían cuál era la fosa común que el cuerpo del músico compartía con otros quince cadáveres. Medio siglo después de la muerte de Mozart, estalló una acalorada disputa sobre cuál era su última morada. La leyenda dice que el presunto cráneo fue salvado en 1801 por el sepulturero Joseph Rothmayer, que diez años antes había asistido al entierro. Rothmayer había dicho que tenía apuntado el lugar ocupado por los restos mortales de Mozart en la fosa común y que había separado la calavera del resto del esqueleto cuando la fosa fue vaciada. No se sabe dónde se conservó la reliquia hasta 1842, cuando se hizo con ella un grabador llamado Jakob Hyrtl. Éste lo legó en 1868 a su hermano Joseph, un profesor de Anatomía que a su vez se lo mostró a su compañero Ludwig August Frankl, primer autor de una descripción detallada de la calavera. Hyrtl donó el cráneo a la ciudad de Salzburgo, pero la valiosa reliquia desapareció poco después y no llegó a la ciudad natal de Mozart hasta 1902. Desde entonces, ha sido objeto de investigaciones en numerosas ocasiones. En 1991, el universitario Pierre-François Puech, profesor de medicina forense en la Facultad de Marsella, estimó después de siete años de investigaciones que la calavera era auténtica sin «ningún género de dudas». Su análisis se basaba en una comparación del cráneo con los retratos del músico y señalaba, en particular, el cierre anormalmente precoz de la frente y la estrechez de las órbitas, compensadas por un máximo frontal superior a lo normal.