La mayor área metropolitana opta por un urbanismo expansivo

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN

GALICIA

Los concellos del litoral desde Cangas diseñan planes de ordenación basándose en la perspectiva de duplicar su población y, en algunos casos, construir el doble de viviendas. La costa puede ser la gran perdedora en este afán desarrollista

11 nov 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

La densidad edificatoria es patente en esta villa que, con el plan que se proyectaba, aspiraba a convertirse en ciudad. Los adosados también invaden el litoral agreste de Oia, en claro contraste con las leiras de costa. Desde Bueu, el litoral da muy pocas pistas sobre cómo es realmente la orilla de la ría de Vigo de la península de O Morrazo. La costa se mantiene en buena forma urbanística hasta Aldán e incluso Hío, así como en la parte final de la lengua de tierra que forman las rías de Aldán y Vigo, entre punta Couso y cabo do Home. Este espacio natural, que quizás en algún momento pueda pasar a formar parte del parque nacional Illas Atlánticas, es uno de los mejor conservados de la costa gallega. Las playas de Barra y Melide demuestran que esta península tiene una cara a y otra b, un reverso que se hace evidente a partir del arenal de Liméns, donde Cangas comienza a evidenciar su gran densidad edificatoria. Esta porción de costa prácticamente virgen desde donde casi se pueden tocar las islas Cíes siempre fue muy codiciada por los promotores, quizás, entre otras cosas, por esa leyenda con visos de realidad de que en esta zona -aquí sí- hay un benigno microclima favorecido por la orientación sur. Tipología La vista de Cangas desde alguno de los montes cercanos, en cambio, arroja un inventario alucinante de modalidades edificatorias, un escenario variopinto que acompañará al viajero por Moaña, Meira y Domaio, e incluso en la ensenada de Arcade y Redondela. La evidente densidad minifundista de estos lugares no es óbice, al parecer, para que la mayoría de los municipios en el entorno de Vigo aspiren a duplicar su población y, por tanto, aumentar considerablemente su parque de viviendas. Con las perspectivas de planeamiento que reflejan sus ordenamientos en trámite, la mayor área metropolitana de Galicia pasaría de los 530.000 habitantes de la actualidad a nada menos que 859.000 en el horizonte del 2020. Algo falla, según los expertos consultados, para que todos ellos se crean capaces de absorber tanta población en tan poco tiempo. Un reportaje realizado por la redacción de La Voz en Vigo incidía en una posible causa de esta absurda situación: no existe una coordinación urbanística metropolitana que gestione el territorio mirando más allá de los estrechos límites municipales. Este planeamiento expansivo tiene en Cangas un claro referente. Su plan general, ahora en trámite de redefinición, apostaba por duplicar el número de viviendas en un espacio ya de por sí congestionado. Incluso su alcalde, José Enrique Sotelo, no ocultó su intención de convertir Cangas en el Sanxenxo del Morrazo. Proyectos como el de recuperar la conservera Massó para convertirla en un espacio turístico de lujo, con puerto deportivo incluido, irían en esta línea. El caso es que, en el recorrido por el litoral, surge la pregunta de si algunos concellos como Nigrán pueden permitirse crecer tanto como desean. Antes de llegar a este municipio que tuvo en su momento el récord de licencias de obra en España, la isla de Toralla muestra uno de esos edificios con exceso de alturas que se convirtió en un símbolo del exceso urbanístico, a pesar de que hay arquitectos que defienden la calidad de esta construcción. Baiona Tras superar playa América y su fragor constructivo, Baiona también muestra un contorno salpicado por las grúas de las constructoras, en las laderas de los montes que caen al mar en los extremos de un casco histórico muy bien conservado. Desde este municipio, el perfil de la costa cambia radicalmente, se hace más áspero y sin ensenadas arenosas, y el suelo disponible para construir en lugares como Oia está condicionado por la caída al mar de la sierra do Argallo. Así que las iniciativas para construir viviendas unifamiliares chocaban a menudo con el estrecho margen entre montaña y mar y, sobre todo, con la Ley de Costas, que fundamentó numerosos expedientes por ocupación del dominio público marítimo-terrestre.