El Gobierno francés se pone firme para impedir que el gallego sea lengua oficial en la UE

Domingos Sampedro
Domingos Sampedro CORRESPONSAL | BRUSELAS

GALICIA

17 may 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

Para que el gallego obtenga un mayor reconocimiento en Europa no sólo tiene que caer simpático en Madrid o Bruselas, sino que, sobre todo, tiene que convencer al Gobierno francés de que es posible dar mayor estatus jurídico a un idioma regionalizado sin que por ello se tambaleen los pilares del Estado. Francia se destapó ayer como el socio comunitario más díscolo con la propuesta española de concederle rango de oficialidad a lenguas que, como el catalán o el euskera, también se hablan en su territorio nacional. Reunión en Bruselas Los ministros de Asuntos Exteriores de la UE celebraron ayer en Bruselas una sesión de la Conferencia Intergubernamental, órgano que se encarga de negociar el texto de la futura Constitución. Sobre la mesa estaba la reclamación planteada por España para que la Carta Magna incluya el reconocimiento de las lenguas cooficiales que cada Estado miembro señale, a fin de permitir que el tratado constitucional sea traducido e incluso que se reconozca el derecho de, por ejemplo, los gallegos a dirigirse a la UE en su lengua propia y a ser respondidos en la misma. Y aunque la propuesta lanzada por España no fue discutida abiertamente, el Gobierno galo ya dejó claro que no está dispuesto a ir tan lejos. Su titular de Exteriores, Michel Barnier, manifestó que su país «tendrá problemas para ir más lejos que la presidencia» irlandesa, que sólo se limita a darle al gallego un reconocimiento zafio, en el sentido de autorizar que la Constitución se traduzca a estas lenguas. La firmeza esgrimida por Francia pretende impedir que el reconocimiento de las lenguas cooficiales de España sirva de acicate para que bretones, corsos u ocitano-hablantes reclamen más derechos. En cualquier caso, para el Gobierno de Zapatero supone un primer tropiezo en Europa. El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, no ocultó ayer cierta decepción, al manifestar que «hay reservas y posiciones diferentes» de varios países para aceptar la reclamación hispana.