El primer universitario de Europa con síndrome de Down

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO

GALICIA

PACO RODRÍGUEZ

Reportaje | La lucha por la integración social Pablo Pineda, malagueño diplomado en Magisterio y alumno de Psicopedagogía, explicó ayer en Santiago las claves de su proceso de superación personal

27 nov 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

A los ocho años conoció al profesor Miguel López. «¿Tú sabes qué eres síndrome de Down?», le preguntó. «¿Soy tonto?», respondió Pablo con otra pregunta. «No». La siguiente fue si podía seguir estudiando, a lo que al catedrático de Didáctica no puso ningún impedimento. Desde entonces, Pablo Pineda ha terminado sus estudios obligatorios, BUP, COU, selectividad y Magisterio, y ahora cursa Psicopedagogía en la Universidad de Málaga. «La gente ve mis rasgos y me dice: ¿En el cole, no? Cuando les digo que soy universitario, la cara que ponen es de antología, se quedan boquiabiertos». Pablo Pineda es un precursor, al convertirse en el primer europeo con síndrome de Down que ha finalizado los estudios superiores. Malagueño extrovertido, dio ayer una charla en el Colegio de Abogados de Santiago, sobre las claves de la superación personal. ¿Y cuáles son las suyas? Una gran autoestima -«Soy de los que no tienen abuela», asegura-, un espíritu luchador, muchísimo sentido del humor -«es muy bueno reírse de uno mismo, la mejor manera de poder corregirse»- y dosis de paciencia «infinitas». Anécdotas Tener los ojos rasgados en una sociedad plagada de tópicos y prejuicios es difícil. Hay que soportar a los que pasan al lado de uno exclamando: «Ay, mira, pobrecito!». O a los que, al verle solo por la calle, se abalanzan sobre él -Pablo representa la escena de la garra cayéndole encima mientras lo cuenta-, y le cruzan la calle para dejarlo a buen recaudo al otro lado de la acera. «¿Qué vas a hacer?, no lo hacen con mala idea, tienes que dejarte cruzar y después darles las gracias», explica. Pero Pablo no llegó ayer a Santiago para hablar de las barreras que se cruzaron en su camino -las peores, las legales, que impedían su acceso a la universidad y siguen impidiendo que pueda presentarse a una oposición-, sino de sus logros, que han sido muchos y aún serán más. No decidió que quería estudiar una carrera hasta que hizo la selectividad, pero cuando entró en la facultad y miró hacia arriba no pudo evitar pensar: «Aquí estás». Fue un estudiante atípico -«no he copiado ni he dejado copiar»- al que se le daban muy bien las materias de pedagogía. Las matemáticas, sin embargo, siempre fueron su hueso. El futuro Ahora compagina su trabajo en el Ayuntamiento de Málaga con los estudios de Psicopedagogía, aunque hace sus pellas cuando está cansado. Ve el futuro con optimismo, porque aunque la inserción laboral es complicada, él tuvo la suerte de que le llamaran desde el Ayuntamiento. Pablo, que aboga por nuevas políticas sociales, desmiente tópicos: «Somos sinónimo de productividad».